Parroquia ¿parcheada o evangelizada?
Hay cosas que no tienen arreglo. Solemos decirlo en algunas ocasiones y en determinadas circunstancias: ”Esto no tiene arreglo”. Hay también aparatos caseros o industriales, que se estropean, y ya no tienen arreglo. A veces tratamos de alargarles la vida útil, pero son parches que duran muy poco; y no vale la pena. Hay que pensar en algo nuevo; y lo que ya no sirve se deja, se tira, o se recicla.
Cuando se trata de poner al día, de aplicar la “nueva evangelización” de una parroquia, tampoco se puede parchear, porque eso no soluciona casi nada. Y es lo que se suele hacer. Hay que reciclarla entera; hacer algo nuevo. No se pueden poner parches. Como dice el Evangelio: “Nadie pone un retal de tela nueva en una pieza vieja, porque aquella tirará de esta y se romperá más. Tampoco se echa vino nuevo en odres viejos, porque se rompen los odres y se desparrama el vino. A vino nuevo, odres nuevos”.
La nueva evangelización es paño nuevo, es vino nuevo. Por tanto no cabe en los esquemas y modo de actuar hasta hoy. No sirven los parches. A tiempos nuevos, nuevas formas; a un hombre nuevo (del s. XXI), maneras nuevas de presentar el mensaje. Hace muchos años que le oí, a un misionero (en un congreso de misionología), la siguiente frase:“La Iglesia no puede ir en carreta, en busca de un mundo que va en avión”. Y cada vez es más verdad, porque los cambios en la sociedad y en la vida, en general, cambian con mayor celeridad. La Iglesia no puede estar constantemente en la retaguardia, ni resignarse a ser siempre el farolillo rojo. Vale la pena que el evangelio, aplicado al hombre de hoy, vaya como estandarte y guía por delante.
Algo que es muy importante para poder llevar a cabo la “nueva evangelización” es la formación de los “agentes de pastoral”, porque según el axioma filosófico: ”Nadie da lo que no tiene”. En esa formación hay que emplear todos los recursos necesarios para llevarlo a cabo, y no escatimar nada de lo posible. Una buena formación de los formadores, garantiza una buena formación de los formandos.
Sabemos que lo que hacemos no es ya demasiado eficaz; por tanto, corramos el riesgo de lo nuevo. El que no se arriesga, no logra el éxito.
¿Qué hacer o cómo empezar? Creo que el viejo método de “Ver, Juzgar y Actuar”, es práctico y garante. Hagamos un estudio de todo lo que se hace en la Parroquia, en todos los ámbitos del apostolado (formación, liturgia, caritas, compromiso social, alejados, etc.). Veamos qué cosas o actuaciones no están en línea con lo que la nueva evangelización requiere.
Y hagamos los posibles cambios, poco a poco, sin grandes traumas para nadie. Con ritmo prudente, pero sin descanso, y evaluando los resultados.
Creo que hay que ser valiente, arriesgado, confiados en Dios y en las personas. Hay que estar preparados para la incomprensión de algunos, la resistencia de muchos, la fuerza de la inercia en no pocos, y la pereza para el cambio de los de siempre. Incluso se podría temer la advertencia del Obispo diocesano, o la comprensión de otros párrocos de la misma localidad. Con todo ello hay que contar. Pero, a pesar de todo, hay que actuar en consecuencia evangélica. Que vamos a ser criticados por los más inmovilistas, seguro. Pensemos lo que decía el Quijote: “ladran, luego cabalgamos”.
Pero no nos pongamos a ello si no contamos con suficiente dosis de entusiasmo, fe en el Espíritu Santo, y constancia. De lo contrario nos ocurrirá lo que dice el evangelio, de aquel hombre que comenzó a construir la casa y no pudo terminarla (siendo un poco el “hazmereir” de todos).
Félix González
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