Corazones en red

(Festividad del día 2 de febrero)

(Este relato de la Presentación del Niño Jesús en el Templo de Jerusalén, basado en la descripción del evangelio de la infancia, según S. Mateo, está tomado de mi libro sobre la Virgen María, titulado:”María de Nazaret, Madre de un tal Jesús)

“Ya a esa hora temprana, las puertas del majestuoso Templo estaban abiertas, para recibir a los múltiples visitantes. Entraron por la que daba acceso directamente a la gran explanada del interior. María llevaba en brazos al Niño, que con el vaivén del camino, desde casa, se había quedado profundamente dormido. José por su parte, portaba una pequeña jaula con las dos palomas para la ofrenda y el sacrificio. Era lo establecido para las personas de fortuna económica deficiente.

Apenas habían dado algunos pasos, cuando vieron acercarse, con dificultad, a un anciano que se dirigía hacia ellos, y solicitaba, por gestos, recibir al niño en sus brazos, ya cansados por la edad, pero llenos de fortaleza para recibir al tanto tiempo deseado. Simeón, que así se llamaba el anciano, tenía fama de hombre justo. En ese momento, tenía la convicción de actuar movido por el Espíritu. Con el niño en brazos, elevó sus cansados ojos, al cielo, al tiempo que pronunciaba unas palabras, a penas inteligibles por su apagada voz: “Ahora, Señor, ya puedo morir en paz, porque mis ojos han visto al Salvador”.

Después los bendijo, y dirigiéndose a la madre, al tiempo que le entregaba el niño, dijo con voz más clara: “Este niño ha venido para que muchos caigan por su causa, y otros puedan levantarse” A estas palabras le siguieron otras, mucho más enigmáticas todavía: “Y a ti, su madre, una espada te atravesará el corazón”.

José estaba admirado por aquellas palabras misteriosas, dirigidas al niño y a María. Hubiera deseado preguntar su significado, pero prefería que el misterio se fuese revelando a su debido tiempo.

Estaban saliendo del Templo, cuando una profetisa, que se llamaba Ana, y que vivía en el templo, movida por todo lo que había observado, hablaba del niño, a todas las personas que se encontraban allí y esperaban la llegada del Mesías-Salvador”.

Félix González.

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