María: ¿Madre o Reina?
Comienzo por una anécdota que habla por sí sola. Había ido a Jerez a presentar mi libro: “La Última Cena”, invitado gentilmente por Damiano, párroco de San Pablo. Entre las asistentes al acto se encontraba una religiosa dominica, de Argelia (profundamente negra, pero muy simpática y agradable). Andaba, todavía, peleándose con el español. Tuve ocasión de saludarla y charlar brevemente con ella. No sé cómo salió la conversación sobre la Virgen María, y ella me dijo: “Las Vírgenes de aquí (Andalucía) no son “mamas”, son reinas”. Me hizo pensar en esa gran verdad. Y también pensé que se imponía un esfuerzo por “desmitificar” a María.
Esta Semana Santa con sus procesiones, sus pasos, sus imágenes, su atrezo, sus luminarias, y toda la parafernalia propia de estos eventos por estas tierras andaluzas, me han vuelto a traer a la memoria, lo que aquella religiosa argelina me decía: No son “mama”, son reinas. Las suntuosas y ricas coronas lo atestiguaban; el oro y la plata de sus pasos no dejaban lugar a duda.
He querido rezar la “Salve”: “Reina y Madre”… Pero otra vez me ha salido al paso el mismo pensamiento, y la pregunta: ¿reina o madre? Y sin dudar, me he quedado con lo segundo. Por eso, insisto, tenemos que desmitificar la figura de María. Cito dos textos de dos teólogos, que v an en la dirección de lo que afirmo:
“La figura de María ha sido secuestrada y convertida, muchas veces, en tranquilizante de la religiosidad popular, y es necesario rescatarla a partir de su sencilla historia. Es preciso rescatar a María, sacándola de la jaula dorada y traicionera en que la tienen metida, para que los que quieren y buscan el genuino evangelio puedan acercarse a ella, quererla y venerarla con alma y vida, como corresponde a los seguidores de Jesús”.
“María es una mujer normal, esposa de José, el carpintero de Nazaret, y madre de Jesús… Lo demás son tergiversaciones divinizantes sin fundamento alguno, y fruto de una devoción idolátrica a la mujer María.
María “es una mujer del pueblo, pobre y sencilla. Vive en Galilea y participa por completo de la situación social, política y religiosa de su pueblo… Es una mujer sencilla, poco ilustrada, una más de aquel pueblo humilde…, no contaba entre las grandes mujeres de la época. Participaba del anonimato general de las mujeres del judaísmo”.
Pienso que si le quitamos la corona, las joyas, los majestuosos mantos, y los valiosos pasos plateados o dorados, desaparece la Reina, y nos queda la Madre.
Félix González
Discussion area - Dejar un comentario