Domingo XXX del Tiempo Ordinario
Jesús salía de la ciudad de Jericó. (Jericó está en pleno desierto, pero es un oasis, lleno de palmeras y de buen agua). Y a la salida se encuentra con un ciego, que, al margen del camino, le grita, pidiéndole ayuda.
Que un ciego esté, pidiendo limosna, a la orilla del lugar por donde pasa la gente, es normal. Y mucho mejor que recibir una limosna, sería recobrar la vista, también es normal.
Este ciego del que se nos da, incluso, el nombre, (se llamaba Bartimero, hijo de Timeo), al enterarse de que es Jesús el que pasa por allí, con la gente que le seguía, no pide una limosna. No. Quiere, lógicamente, más. La limosna se la puede dar cualquiera de aquellos que pasaban. Pero Jesús podia hacer mas. Reconoce su poder y su bondad. Y grita: Jesús, Hijo de David, (Jesús era descendiente del rey David), ten compassion. No me des una moneda, dame compasion. La compasión que te lleve a compadecerte de mi ceguera, y me hagas recobrar la vista.
Jesús le llama, y le pregunta: ¿Qué quieres que haga por tí?
¡Qué va a querer! Señor que vea. Pues puedes irte, tu fe te ha curado. ¡Qué distinto de aquello que dice el Evangelio, de que Jesús no pudo hacer ningún milagro en un lugar, porque no tenían suficiente fe.
Este ciego sí tiene fe; es decir, se fía de Jesús. Sabe que puede, y sabe que, seguramente, quiere. Y se fía. Por eso se lo pide. Si no creyese en Jesús, si no se hubiera fiado de él, no se lo pediría. Una limosna, y a seguir pidiendo.
La pregunta que debemos hacernos es esta:¿Verdaderamente nos fiamos de Dios? ¿Estámos seguros de que puede ayudarnos, y que nos ayuda?
La mayoría de la gente, dice que cree en Dios. Pero luego no se fía demasiado de él. Tampoco entra en su vida, no se cuenta con él. Si no contamos con Dios, y su voluntad, cuando organizamos nuestra vida, no podemos decir que creemos en él. Si no lo tenemos presente en nuestro trabajo, en nuestra familia, en nuestras amistades, en todo lo que constituye nuestra vida, no digamos que creemos en Dios; no es verdad. Un Dios que no cuenta en nuestra vida, es un Dios en quien decimos que creemos, pero, en realidad, vivimos al margen de su existencia.
Y termina con: “Enseguida comenzó a ver y lo siguió por el camino.”
El verdadero milagro ocurre cuando el ciego Bartimeo penetra en la infinita compasión de Dios.
Es Dios mismo quien hace que comprenda: Espíritu
Es Dios mismo, que es compasión, quien sana al hombre: Cristo
Es Dios mismo a quien regresamos cuando vemos: Padre
Cuando uno empieza a ver,después de haber sido ciego (generalmente “de conveniencia”), es cuando empieza a seguir a Jesús por el camino. Y en ese camino estamos las personas, que nos beneficiamos de que alguien sea capaz de ver nuestras limitaciones y carencias, Y que nos puedan ayudar.¡Benditos ciegos, que un día comienzan a ver!
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