Corazones en red

(Él os bautizará en Espíritu Santo y fuego)

Antes de seguir adelante, debemos tener claro que el bautismo que recibió Jesús, allí en el río Jordán, por mano de Juan el bautizador o el bautista, no es el bautismo que recibimos nosotros.

El bautismo que recibió Jesús era un bautismo de conversión. La gente que quería cambiar de vida, corregirse de sus errores, convertirse, se bautizaba, como signo o señal de lo que deseaban. Era un signo de limpieza, un signo de arrepentimiento.

Jesús no lo necesitaba, porque no tenía de qué arrepentirse. Pero quiso someterse a ese ritual, con humildad, dando ejemplo.

Cuenta el evangelio que Dios Padre le reconoció como su hijo, el Hijo amado del Padre. Y que se manifestó gráficamente la Santísima Trinidad (Padre, Hijo y Espíritu Santo).

Este momento del bautismo es el comienzo de su vida pública. Juan le reconoce como el Mesías, y empiezan a seguirle los primeros discípulos.            Jesús empieza a poner en marcha el encargo dado por su Padre.

Hasta entonces, Jesús ha vivido sin manifestarse como el enviado del Padre. Ha llevado una vida normal, como los jóvenes de su edad; preparándose para la misión; tratando de asimilar lo que el Padre quería de él; y probablemente poniendo ya los cimientos de su grupo de discípulos.

Hoy es un día bueno para replantearnos nuestro bautismo. Si el bautismo nos incorporó a la Iglesia, ¿cómo estamos nosotros viviendo eso de ser miembros de una Iglesia, ser parte de esa Iglesia?… ¿Cómo contribuimos a que esa Iglesia sea como Jesús querría, conforme con el Evangelio?

Debemos preguntarnos y respondernos ¿cómo es nuestro testimonio cristiano en nuestra vida, en nuestro ambiente, en nuestra familia, en nuestra vecindad, en nuestro trabajo…?

Que no sea nuestro bautismo algo que nos hicieron cuando aún no teníamos uso de razón, pero que no sirve o no nos ha servido para testimoniar nuestra condición de Hijos de Dios y miembros de su Iglesia.

Sería bueno que, de vez en cuando, renováramos interiormente nuestras promesas bautismales, y pensásemos aquello que nuestro bautismo nos exige en el quehacer diario y en momentos más difíciles, en que se nos exige dar ese testimonio, a veces nada fácil, ante los demás, o ante situaciones de la vida.

Félix González

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