Perfil

Nací en Zaragoza, en 1960, en el seno de una familia de la clase media, mezcla de aragonés y catalana. Soy, pues, un típico “baby-boomer”, el más pequeño de 9 hermanos. Mi padre fue una persona decente, pequeño empresario con una tienda de ropa, un hombre cabal y discreto, hasta para morir lo fue (como médico he aprendido que las personas, en general,  mueren como han vivido). Me enseñó el valor del trabajo honrado, de la honestidad, de la decencia, de la generosidad (nunca le vi negar una limosna a un pobre). Mi madre fue un ama de casa, una persona activa, optimista, sumamente detallista, profundamente religiosa, que nos inculcó sus valores cristianos y una ética del esfuerzo y la dedicación.

Como tantos españoles, viví a fondo la transición política, el advenimiento de la democracia, de hecho la primera vez que voté fue para aprobar la Constitución de 1978. Estudié medicina, una ciencia-arte que sigue apasionándome. Ha sido mi profesión y mi vocación, me ha permitido ganarme la vida honradamente, aun cuando también me ha traído algunos sinsabores. Como médico, he trabajado en diferentes periodos en países de escasos recursos (lo que llamamos clásicamente “tercer mundo”), en Centroamérica, en África. He aprendido mucho y he intentado ayudar en lo que he podido. Viví la pandemia de SIDA, ahora estoy viviendo la Covid-19, quién sabe si viviré alguna más en mi periodo profesional y vital. Cada una ha tenido sus retos y nos ha colocado en una posición difícil, como individuos y como sociedad.

Fui estudiante jesuita durante cinco años, hasta que me di cuenta que esa no era mi via ad Deum, y abandoné la orden. Casado, separado, afectos y desafectos, amores y desamores, el devenir afectivo de un ser humano. He sufrido y he hecho sufrir, he vivido. Y sigo caminando en el intento de pro-seguimiento de Jesús de Nazaret, cayendo y levantándome, como todos.