Una experiencia desoladora

  primera-comunion A lo largo de todo el mes de mayo, 83 niños han celebrado, en esta parroquia, su “Primera Comunión”. En cada uno de los grupos se insistía, además de haber insistido durante los dos años de preparación, la necesidad de dar una continuidad a la celebración de la Eucaristía dominical.  Sobre todo se hacía esta recomendación a los padres de los niños, que son de los que depende, al menos mientras los niños sean aún pequeños. Hasta aquí normal.

  La “experiencia desoladora” a que hago alusión en el título  de estas breves líneas, se refiere a la celebración de la “Eucaristía con niños” que celebraba el domingo siguiente (30 de mayo) a la primera comunión del último grupo. Ya me extrañó desde el comienzo, la escasez de niños que veía repartidos por los bancos de la iglesia. Pregunté cuántos de los presentes había hecho su Primera Comunión durante el mes de mayo. Y cuál no fue mi asombro y sorpresa, al ver que solamente había dos niños.

  Quiero pensar que como salió un día de mucho calor, y la Misa era a las doce, habrían aprovechado las familias para ir a la playa. Quería justificar lo injustificable. Si esa era la cauda de la no asistencia, tendría que deducir en buena lógica, que durante todo el verano, y aquí es largo, la playa suplantaría a la Eucaristía. No parece que sea muy consolador.

  Al traer este comentario, no quiero echar ninguna culpa a los niños, sino a los padres. Toda la irresponsabilidad recae sobre ellos. Queda de manifiesto la poca importancia que se da a la Eucaristía. Es una verdadera pena que para algunos niños, la primera comunión se convierte en la “única comunión”. Es lamentable para los niños, que quedan privados del verdadero alimento de la Palabra de Dios y del Cuerpo de Cristo; y es desolador para los catequistas que ven el poco fruto de sus esfuerzos.

¡Algo muy importante falla! ¡Cuántas veces he pensado  (y dicho), que el sistema actual de evangelización, en general, y de catequesis infantil, en particular, o sirve hoy día.

Y me vuelvo a preguntar: ¿cuándo la Iglesia caerá en la cuenta de que la evangelización debe seguir por otros caminos, que ayude a formar creyentes, y no solo bautizados, comulgados, confirmados, casados, etc…? Debemos convencernos de que la importancia del número es muy relativa, mientras que la calidad sí es importante.                 

                                                                                                                    Félix González

6 Responses to “Una experiencia desoladora”

  1. Volvemos a darle vueltas a lo de siempre, una realidad que tenemos, que hemos denunciado por activa y por pasiva y que despues de mucho tiempo te das cuentas que no sirve de nada el pataleo. Nuestros superiores, los que toman las decisiones, no quieren darse cuenta que hay que desacramentalizar las catequesis, que tiene que ser un proceso de fe en el que se solicite los sacramentos conformes vallas descubriendo y necesitando. Hay que dar un giro de tuerca y de un plumazo quitar las comuniones del mes de Mayo, con 9 años, después de dos años de preparación. etc… todo lo que hace que sea un acto social mas que un acto de fe. ¿ A ver cuántos harían las comuniones en cualquier mes, cuando los padres o ellos mismos sientan que están preparado para ello? Como dices es mejor la calidad que la cantidad pero parece que todavía nos sigue gustando las cantidades.
    Como catequista esto me entristece pero en mi queda la pregunta… si nosotros no les hablamos de Dios aunque sea para celebrar un sacramento ¿lo haría alguien en algún momento? ¿se acercarían a la Iglesia o pasarían totalmente de ella? Es algo que todos los años me planteo y que está presente en mis oraciones, mientras tanto seguiré con alegría sembrando la palabra con el deseo de que el Espíritu actuará en cualquier momento.

  2. Ana, las dos cosas que planteas son importantísimas.
    La primera, que concierne a la edad, a la celebración y a lo colorido del mes elegido (aunque sepamos que es por la Pascua). Yo pienso, como tú, que para los niños la experiencia de comer juntos el Cuerpo de Cristo, sólo van a ser capaces de procesarla desde la fabulación. Si todavía no han pasado ni por la adolescencia con el consiguiente estado agudo de concentración en uno mismo…¡Como para pensar en el pan compartido o en el banquete definitivo! Todo esto con inmersión completa en un mundo donde el “pan” lo reparte el Estado, no las personas, y ¡ojo! porque los chicos oyen decir que el acceso a las prestaciones sociales: guarderías, becas, comedor, salud y paro de personas en situación irregular (y hasta regular) es un inconveniente.
    Definitivamente, la Eucaristía necesita unas dosis de madurez, fe en los misterios y compromiso fraterno que, salvo raros elegidos, no es para la infancia ni para la prolongada adolescencia.
    En segundo lugar has planteado: “si nosotros no les hablamos de Dios aunque sea para celebrar un sacramento ¿lo haría alguien en algún momento? ¿se acercarían a la Iglesia o pasarían totalmente de ella?” ¡Qué gran verdad y qué generosidad!
    Hace ya unos años, después dos experiencias difíciles como catequista -cuando mi primer hijo comenzó, a su vez, la preparación a la Primera Comunión-, yo desistí. El primer grupo era de pijos a los que en su mayoría interesaba poco; el segundo fue en una parroquia donde los niños tenían tanta desestructura y conflicto familiar a sus espaldas que, la otra catequista y yo, nos dimos por vencidas.
    Por eso te animo y reconozco tu generosidad y esfuerzo, desde luego, salvo lo que he “predicado” en casa (4 hijos), afuera, no he sabido hacerlo.

  3. ¡Vaya dos:Ana y Susana! ¡Vaya par de “coherencias”!
    Os agradezco vuestro testimonio. ¿Por qué otras personas no ven lo que parece tan claro y evidente? ¡Gran misterio de la condición humana, tan clarividente para algunas cosas y tan obtusa para otras! Pero no hay que desanimarse; hagamos lo que podamos, mientras podamos. Ana: tienes muchísima razón en que más vale hacer lo que estamos haciendo, en favor de los niños, que privares de ese mínimo. Espero que el Señor añadirá un plus a nuestro esfuerzo. Un abrazo a las dos.

  4. Yo no creo que la culpa la tenga la edad de la Primera Comunión sino que la asistencia a misa se ha reducido a mínimos en España y habría que preguntarse los motivos … que los hay.

  5. Susana parece que compartimos la misma opinión y el ser catequista no te creas que a veces es fácil, yo también he tenido la tentación de abandonar lo que estaba haciendo pero cuando te lo planteas y en conciencia mira a tu interior te das cuentas que a veces “Dios escribe con renglones torcidos y que los caminos del hombre no son los de Dios”, tienes que amar lo que estas haciendo, amar a los niños y ver su generosidad y Dios dispondrá.
    Me parece importantísimo lo que tu has hecho ser catequistas y trasmisora de la fe de tus hijos, esa es la verdadera catequesis, si todo el mundo lo hicieramos así no harían falta los catequistas sino que los niños vivirían tu propia experiencia de fe y descubrirían la suya, entonces seríamos capaces de “CELEBRAR LOS SACRAMENTOS” consciente de lo que celebramos.
    Un beso para ti y gracias por tus apotaciones y para Felix que nos ayuda a la reflexionar.

    PD. Lo de la asistencia a las misas sería otro tema a debatir y preguntarnos como dice los motivos

  6. Un beso, también, para todos.
    Y como apunta Isabel, tenemos tema al preguntarnos por los motivos.

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