Las gaviotas, desde mi ventana
Mi casa, y por tanto mi habitación, no están junto al mar; aunque sí muy cerca. Sin embargo, todos los días del curso escolar, las gaviotas recrean mi mirada y distraen me atención.
Es un fenómeno que, como digo, se repite cada mañana, a la misma hora y con el mismo rito. (Hace dos días que el curso terminó, y los niños ya no van al colegio. Las gaviotas tampoco han vuelto).
Pero ¿qué es lo que mis ojos contemplan cada día (excepto sábados y festivos)? Al principio me parecía algo tan llamativo, que no podía menos de sentir admiración. Después (la rutina lo estropea todo) ya no me llama tanto la atención. Es una cosa más de las muchas que cada día se repiten.
Los niños, cuyo colegio tengo muy cerquita, a la vista, salen cada mañana al patio para tomar el recreo y el bocadillo. Como es natural, siempre a la misma hora. Pues bien, también a la misma hora, van llegando decenas de gaviotas que revolotean el patio y se van posando en el borde de la terraza del colegio, en actitud de espera.
Tan pronto como suena el silbato del profesor de turno, convocando a los niños a entrar de nuevo en las aulas, las gaviotas emprenden el vuelo, en círculos concéntricos, como los aviones que hacen sus maniobras antes de aterrizar en el aeropuerto. Y tan pronto, también, como la chiquillería ha abandonado el patio, las gaviotas, en buen número, se lanzan en busca de los trocito de pan o de dulces que los niños dejan caer o tiran al suelo. Hecha la limpieza, se retiran hasta el día siguiente; y no vuelvo a ver a ninguna de ellas en todo el día. Es un fenómeno interesante, que a veces sólo me distrae por la belleza del espectáculo; y otras veces, me sugiere algunos pensamientos, a modo de signo de algo distinto, pero asociado.
Mi mente, por asociación de ideas, me lleva a pensar en esa gente que veo con frecuencia, rebuscando en los contenedores de las basuras, los objetos y restos de comida que otros no han querido. Son como las gaviotas que rebuscan las sobras de los bocadillos de los niños. Pero mucho peor, porque indica las diferencias sociales y económicas de gente indigente, que teniendo la misma categoría humana y los mismos derechos, tienen que mendigar las sobras de una sociedad pudiente e insensible a sus necesidades.
Y, al igual que las gaviotas, estas gentes van cada día rebuscando en los contenedores (que es peor que el patio de un colegio). Y además, tienen que hacerlo también los sábados y festivos, porque la necesidad es de todos los días.
Gozo con el espectáculo de las gaviotas, pero, a veces, se me nubla el gozo, con el recuerdo de las otras gaviotas humanas que son incapaces de levantar el vuelo.
Félix González
Porque la sensibilidad no discrimina: aprecia lo sutil y es sutil con los sentimientos y los derechos de la gente.
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