Subió a los cielos, y está sentado a la derecha del Padre

ascensionLos  Catecismos de hace años nos decían que «Dios está en el cielo, en la tierra y en todas partes». Si es así, será difícil imaginarnos a nadie a la derecha o a la izquierda de Dios. Pero colocar a alguien a la derecha, no es sólo una mera casualidad o capricho; significa darle importancia. Es una manera popular de hablar, y una manera de actuar según normas aceptadas de protocolo.

En las culturas antiguas sabían muy bien que cuando el emperador hacia sentar a alguien a su derecha, era para mostrar que compartía con él su dignidad y le otorgaba todo su poder. Hay un Salmo que mantiene esa expresión, y cuyo texto se repite en los evangelios: «Dijo Dios a mi Señor: siéntate a mi derecha, mientras pongo a tus enemigos como estrado de tus pies» (Sal 109,1; Mc 12,36).

 Hoy día sigue poniéndose a la derecha a la persona más importante. Proclamar que Jesús ha pasado a estar sentado a la derecha de Dios es confesar, a la vez, que Jesús es aquel en quien se cumple la promesa hecha a David, e igualmente, que Jesús, es igual a Dios y, por tanto, participa de la dignidad y el poder de Dios.

Así lo entendieron los acusadores de Jesús  para condenarle a muerte. Le gritan: «Dinos de una vez si tu eres el Cristo»; y Jesús responde:”Si os lo digo no me creeréis… De ahora en adelante el Hijo del Hombre estará sentado a la derecha del poder de Dios”. Dijeron todos: “Entonces, ¿tú eres el Hijo de Dios?” Él les dijo: “Vosotros lo decís: yo soy”. Al estar sentado a la derecha de Dios, Jesús se hacía igual a Dios. Por eso no es de extrañar que los primeros cristianos vieran en esta fórmula, la mejor manera de confesar sintéticamente su fe en Jesús resucitado y su confianza en su poder salvífico.

Ésta es la visión que San Esteban, el primer mártir, tiene ante sus ojos cuando estaba siendo apedreado a muerte: «Lleno del Espíritu Santo, miró fijamente al cielo y vio la gloria de Dios y a Jesús, que estaba a la derecha de Dios» (Hch 7, 55-56).

Por otra parte, la expresión:”subió a los cielos”, también hay que entenderla. Antiguamente se pensaba que el lugar de la divinidad estaba “arriba”, mientras que “los infiernos” estarían “abajo”. Pensemos en los griegos que colocaban a sus dioses en lo alto del monte Olimpo. Pero sabemos que el cielo y el infierno no son lugares o espacios; por tanto no están ni arriba ni abajo. Son expresiones que responden a ciertos modos de pensar en otro tiempo (que perduran hoy día en bastante gente), pero que hay que ir tratando de superar.

Si se dijo que Jesús bajó (descendió) a los infiernos, es coherente que cuando se trate de los contrario (los cielos) se diga “subió”. Este mismo sentido es el que se emplea cuando hablamos de la festividad de la “ascensión” del Señor al cielo. No importa tanto el lenguaje que se emplee, siempre que sepamos lo que queremos manifestar con las palabras.

La Iglesia mantiene una serie de expresiones muy antiguas, para expresar ciertas afirmaciones o dogmas. No estaría mal que se fuese cambiando paulatinamente el lenguaje, para una mejor comprensión aferrarse al pasado, no es la forma más inteligente de afrontar el presente.

                                                                                                        Félix González.

2 Responses to “Subió a los cielos, y está sentado a la derecha del Padre”

  1. “Bajaste, y los montes se derritieron con tu presencia.” (Is 64, 1)
    Pero la poesía, en este caso, ¿verdad que adentra en el misterio?

  2. La poesía, si lo es, siempre es un misterio: el misterio de las palabras bien dichas. Pero en algunos casos, como el citado por tí, Susana, nos adentra en otro misterio, el de Dios. Me encanta la poesía; y reconozco que debería leer más.
    De todos modos, cuando se sabe leer la vida, ya se está leyendo poesía, porque eso es la vida: poesía de la buena, cuyo autor es Dios, el gran Poeta que hizo el cielo y la tierra.

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