Las llaves de la tierra
Hay un himno en las Laudes del viernes de la segunda semana, que entre otras cosas bellas, dice: ”Que el hombre no te obligue, Señor, a arrepentirte / de haberle dado, un día, las llaves de la tierra”.
Este verso me mueve a escribir unas líneas sobre el poder que Dios ha dado al hombre sobre la tierra en que vive. En el libro del Génesis, primero de la Biblia, nos cuenta cómo Dios entregó al hombre (a los humanos) toda la tierra para que la gobernase, la cuidase y le sirviera de sustento. Le dio el mandato y el poder de re-crear este mendo, mejorándolo.
Pero, con el tiempo el hombre olvidó que era un préstamo que Dios le hacía; y se constituyó en dueño y señor absoluto, con el poder, incluso, de destruirlo, creyendo que así iba a ser más feliz, porque lo podía administrar a su antojo, sin tener en cuenta el cuidado de la naturaleza, y a riesgo de irla destruyendo progresivamente.
La poca sensibilidad y poco aprecio a la herencia recibida, hacen que la tierra se empobrezca, se manche, se haga irrespirable. No hace muchos días veíamos las imágenes de la capital de España bajo un tolde oscuro e irrespirable (el paraguas contaminante). Y lo mismo sucede en otras ciudades. La cuasi-ciencia del ecologismo nació allá por los años sesenta del siglo pasado. Poco a poco se va abriendo camino, con no pocas dificultades por parte de los dirigentes, y con la desaprensiva actuación de las empresas: vertido tóxicos incontrolados en los ríos y mar, contaminación ambiental de humos y gases nocivos para la salud, destrucción del ecosistema, cota de árboles y bosques (pulmón que elimina el anhídrido carbónico, y renueva el oxígeno), la extinción de especies animales de tierra mar y aire.
Entre los personajes que más han contribuido en la defensa de la naturaleza, podemos destacar, entre otros, a Félix Rodríguez de la Fuente (en España) y a Jaque Cousteau (en Francia). También ha surgido grupos e instituciones que son pioneras en la defensa del planeta: Greenpace, los Verdes, etc…
Un regalo de Dios al hombre, que el hombre no sabe agradecer. Y como se suele decir: en el pecado lleva la penitencia: aparecen enfermedades nuevas, se empobrece la creación de Dios, se muere el planeta, se deshielan los glaciares, amenazando el nivel de los mares y océanos..
No nos damos cuenta de lo inconscientes que somos en el cuidado de la creación. Y pienso que tenemos necesidad de tomar conciencia, aunque no sea más que por agradecimiento. Los regalos hay que agradecerlos. ”El que no es agradecido, no es bien nacido”, dice el refrán. Y de las muchas cosas (todas) que tenemos que agradecer al creador, esta no es la menor.
Hoy día va creciendo este sentimiento de cariño y estima del universo, y de la naturaleza de este planeta azul, hermoso como todo lo que ha salido de la voluntad de Dios. Creo que los niños y jóvenes van siendo educados en ese aprecio y respeto. Y también crece el cuidado de los animales y las plantas. Pero esta conciencia debe llegar a los gobiernos y dirigentes de los países. Es una cuestión de concienciación, tanto a nivel personal como a niveles institucionales. Recordemos las palabras del himno de Laudes que hemos citado, y han provocado este sencillo y breve comentario:”Que el hombre no te obligue, Señor, a arrepentirte / de haberle dado, un día, las llaves de la tierra”.
Félix González
Qué pocos veo yo, que reciclen exhaustivamente.
Siempre hay excusas como que durante la recogida mezclan las distintas basuras, que los demás no lo hacen, que no sirve como dicen, que el ayuntamiento gasta en medios que no son después efectivos…Excusas a nuestro egoísmo que, a gran escala y dentro de un sistema, se convierten en injusticia y desigualdad.
Los países desarrollados han tenido el siglo XX para esquilmar los mares, desforestar las selvas, extraer del subsuelo carbón, petróleo, coltan y uranio con el fin de maximizar un beneficio que a medio plazo crearía riqueza universal. La cuenta final es la que contemplamos: un mundo gravemente desigual, con la sexta parte de gente en la miseria, con un África subsahariana excluida de sistema económico, con países emergentes, China, India, que compiten con productos al precio de sus salarios ínfimos.
La cuenta de resultados global: ¡Qué horror! ¡Cuánta gente que no llega a tener vida! ¡Qué ‘laissez faire’ sin escrúpulos! ¡Cómo han mentido las agencias de calificación! ¡Qué sueldos de escándalo los de los altos ejecutivos que diseñaban productos de ingeniería financiera que permitieron entramparse a la gente de a pie (hipotecas basura) mientras estas deudas se maquillaban como rentables y sin riesgo para poder seguir cotizando al alza.
¿Quién paga esto?
Los bancos no, que les inyectan dinero. El Estado que ha aumentado su déficit está advertido. El Gobierno cumple los deberes y comienza a reducir el déficit. Como los ingresos no aumentan ni por impuestos ni por menor actividad solo puede reducirse el gasto. La reducción del gasto en salud, educación, investigación, infraestructuras, va en detrimento siempre de la redistribución de la riqueza entre los que menos tienen.
Luego, ¿Quién paga esto?: aquí, los que menos tienen (paro, menos prestaciones sociales) y, los que menos tenían en el mundo de por sí deprimido, verán crecer la brecha que les separa de una vida digna.
El medioambiente, las emisiones, la degradación, desertización o contaminación, son variables que también incidirán gravemente en el aumento de la pobreza.
¡Si pudiera dejar de parecernos bello, importante, fascinante, divertido, estimulante lo que forma parte del entramado!
Se nos ilumina el alma cuando vemos a Jesús curar en sábado o echar a los mercaderes del templo o comer con las manos impuras; porque esas prácticas no nos comprometen. “Las llaves de la tierra”, sí, son poesía; pero sobre todo son el resultado de haber encontrado “la llave de nosotros mismos”.
Buen complemento, Susana, a mi post. De acuerdo. Gracias.
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