Fin de trayecto
Cuando el tren llega a su lugar de destino, se suele anunciar por los altavoces: ”Fin de trayecto”. Pues bien, para mí ha sido ya el fin de trayecto de mis vacaciones. Pero no voy a hablar de mis vacaciones, que posiblemente a nadie le interese, sino de algo que ha tenido lugar durante ellas.
He coincidido en Madrid, con los autollamados “indignados”. La mayoría llegaba de los distintos lugares de España, andando durante un largo mes; otros se hacían presentes en autobuses fletados para el caso. En la vieja Villa del Oso y el Madroño, en la capital de España, tenían una gran concentración, una manifestación y un Forum.
Yo los he visto pasar por la gran avenida dela Castellanamadrileña, un tanto desarrapados, la cara pintada, con ruido de tambores improvisados, y eso sí, muchas pancartas y mucho entusiasmo. Había muchos jóvenes y bastantes adultos. Me acerqué en un momento en que pararon frente a los Nuevos Ministerios, para descansar. Mucho vocerío, pero sin violencia de ningún género; la policía les seguía detrás con algunos coches. Ningún desorden si no era el hecho de tener que desviar la circulación.
Pero todo esto es lo anecdótico de este movimiento social que parece haber nacido por generación espontánea, pero que en realidad es fruto de la situación por la que estamos atravesando (unos más que otros), que les lleva a estar INDIGNADOS. ¿A quién no le indigna las sucesivas crisis socio-políticas: económicas, de paro forzoso, de abusos de poder, de tejemanejes aprovechándose de las circunstancias o del cargo; y lo peor es que no se ve luz en este túnel tan largo y oscuro.
Con todo esto, no me defino ni a favor ni en contra de este movimiento tan peculiar. El tiempo dirá lo que dará de sí. Pero hay que dar tiempo al tiempo. Todos los movimientos sociales han tenido comienzos no del todo claros, con mezcla de aciertos y desaciertos. La vida se va haciendo.
Lo que sí es importante es tener paciencia a que vaya cristalizando o desapareciendo. Entre tanto, lo que se debe hacer, en vez de criticarlos porque resultan molestos cívicamente, es tratar de comprender sus reivindicaciones, y los derechos que les asisten. Posiblemente, no todas sus exigencias serán totalmente razonables, posibles y acertadas. Otras deberán ser pasadas por un cierto tamiz. Pero vale la pena estudiarlo. Meter la cabeza en la tierra como los avestruces, no es inteligente, ni prudente. ¿Por qué criticamos lo que no somos capaces de hacer? Seguramente que todos estamos más o menos “indignados” por los acontecimientos, pero no basta con eso. ¿No habría que tomar iniciativas para tratar de solucionar, o al menos paliar, la situación?
Tal vez sea más acertado apoyar lo que parezca más justo (venga de donde venga), y ser cautos para no aceptar todo como moneda de cambio sin discernir.
Félix González
¿Qué tal la ‘rentrée’?
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Voy a copiar aquí, sin permiso de Sergio López, su autor, un párrafo de un comentario suyo al milagro de ‘Los panes y los peces’ incuido en la hoja DABAR.
“El gesto de Jesús, el milagro de la multiplicación, viene a asociar al don de Dios, la generosidad de nosotros los hombres. Viene a romper con la lógica de los recortes que hoy se generalizan en el primer mundo y duelen e indignan. Pero no es acaso la lógica que usamos desde el primer mundo, para con el tercero y el cuarto, cuando intentamos -como los apóstoles al principio- que ellos se “apañasen” con su “hambre”. ¿Cómo darles nosotros lo nuestro? Sin embargo, la perversa lógica de aquellas políticas y economías hoy toca a nuestras puertas.”