El calor… La calor…

Algunas personas, y en ciertos lugares o ambientes, se suele aplicar a la palabra “calor” el género femenino (la calor); no obstante lo gramaticalmente correcto es nombrarlo en masculino (el calor). De todas formas no tiene una importancia primordial, y tanto en un género como en otro, se entiende a lo que se refiere, y afecta de la misma forma a nuestro cuerpo.

Pero no es mi intención hacer florituras gramaticales ni marcharme “por los cerros de Úbeda”. Hablo sencillamente de ese efecto que produce el sol, principalmente en el verano.

Todo el mundo, en los días de canícula, decimos, (y repetimos como una muletilla): ¡Qué calor! Por el contrario, en invierno, la muletilla cambia de música: ¡qué frío!

Tanto el calor como el frío son elementos necesarios para nuestro cuerpo. Incluso para nuestro espíritu, ya que la monotonía no ayuda a reflexionar. Y por eso, tanto el calor como el frío deben ser motivos para dar gracias por esa naturaleza que nos ha regalado el Creador.

Cada una de las estaciones del año, climatológicamente hablando, nos  traen su novedad, su peculiaridad, unas veces con más intensidad que otras. Últimamente, y ante las extrañas variaciones climáticas, se echa la culpa a la manipulación humana: destrucción de la capa de ozono, gases destructores de la biosfera, contaminación de las aguas (ríos y mares), etc..

La naturaleza, acosada y agredida por la mano del hombre, se vuelve hostil, agresiva. Me vienen a la mente las palabras que dijo Dios a Adán: “la tierra va a estar en maldición por tu culpa; con duro trabajo la harás producir. La tierra te dará espinos y cardos, y tendrás que comer hierbas silvestres”. (Gen.1, 127-18).

Y puede llegar el tiempo en que se cumplan estas palabras, si el hombre sigue agrediendo a la naturaleza.

Dejemos que la naturaleza siga su sabio curso: cuando calor, calor; cuando frío, frío. ¡Y sin quejarnos tanto de uno y otro!

                                                                             Félix González

One Response to “El calor… La calor…”

  1. El calor… La calor…
    (no he podido evitar irme por los cerros de Úbeda)
    .
    El mar. La mar.
    El mar. ¡Sólo la mar!
    (Rafael Alberti)

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