Corazones en red

Alguien puede pensar que hablo mucho de la cuaresma. Yo creo que es necesario para que en este largo tiempo no nos olvidemos de su importancia. Hay aspectos distintos que vale la pena resaltar.

Creo que es un mal enfoque considerar la cuaresma como algo más bien triste (ayuno, abstinencia, conversión…). Una cuaresma triste, travesía de desierto, camino pedregoso, no puede entusiasmar a nadie que no sea un masoquista empedernido.

Preparar una gran fiesta, familiar, social, etc, lleva consigo una serie de trabajos, que a la larga puede producir un cierto cansancio. Pero no proporciona tristeza, sino alegría, porque con los preparativos se comienza ya a degustar algo de lo que va a ser la fiesta. Y cuanto mayor sea la fiesta mayor puede ser el cansancio de prepararla, pero también es mayor la alegría.

Con la cuaresma vamos preparando la gran fiesta de la Resurrección (la mayor de todas las fiestas cristianas).

El hecho de que comience con la imposición de la ceniza, puede dar pie a esa idea que existe de considerarla como algo poco entusiástico. Y es precisamente la invitación a la conversión, el gran motivo de gozo. Abandonar lo que nos humilla (el pecado), saber que Dios está detrás  de nuestros esfuerzos, saber que estamos intentando lleva a cabo el plan que Dios tiene marcado para nosotros (la felicidad incluida), nunca puede ser motivo de caras largas, ni de corazones mustios. Dice el evangelio (Mt.6):”cuando ayunes,  no andes cabizbajo… perfúmate la cabeza y lávate la cara”. Ponte de fiesta; pero no en el vestido, sino que sea fiesta en tu corazón. Que repiquen las campanas de la esperanza, de la fiesta que ya ha comenzado. Que se haga patente que has tomado el camino acertado que te lleva a donde quieres llegar, después de haber abandonado aquel por el que ibas perdido. Que podamos cantar el Salmo 121, que dice: “qué alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor. Ya están pisando nuestros pies, tus umbrales, Jerusalén”. Ir a la casa del Señor, es ponerse en camino a la casa del Padre, como el hijo pródigo arrepentido, pero contento por volver junto a su padre. Y estar pisando los umbrales de Jerusalén es estar cerca de Dios.

La alegría no está reñida con la lucha de la vida, ni siquiera con las dificultades que se presentan cada día. Cuando una madre pasa días y días al lado de su hijo enfermo, en un hospital, necesariamente tiene que estar cansada, y hasta la pueden dolor todos los huesos, sentada en el incómodo sillón hospitalario. Pero seguro que tiene la alegría de poder estar con el hijo que ama, atenderlo y cuidarlo.

La cuaresma, y la conversión, suponen luchar contra el egoísmo y contra tantas cosas que se oponen a lo que Dios quiere y espera de nosotros; pero eso debe ser motivo de alegría, porque sabemos que estamos trabajando, codo con codo, con Dios, en el plan que tiene para nosotros al crearnos. Es la satisfacción del deber cumplido.

Félix González

Tags: Félix G.L., Reflexiones // 3 Comments »