Corazones en red

(Dichosos los que crean sin haber visto)     

Una semana atrás estábamos celebrando la muerte de Jesús. Nos encontramos dentro de estos cincuenta días en que celebramos, con gran alegría, su Resurrección. Jesús ha vencido a la muerte con su fidelidad al Padre y su entrega por los hombres. Y el Padre lo resucitó de entre los muertos.

Durante esos días, anteriores a su Ascensión a los cielos, Jesús se irá apareciendo a los apóstoles, para fortalecerlos y animarlos contra sus miedos; y en varias de esas apariciones les comunica su Espíritu, el Espíritu Santo. Y para que no le confundan con algo irreal, con un sueño o una simple imaginación, les va a enseñar las llagas de sus manos y de su costado.

El apóstol Tomás no quería creer que Jesús estaba vivo y se había aparecido al resto de sus compañeros. Jesús le va a enseñar a creer. Y Tomás, cree al verlo. Jesús aprovecha para reprenderlo cariñosamente, y, al mismo tiempo, enseñarnos a nosotros a creer, sin necesidad de ver. La fe no se basa en la evidencia, sino en la confianza en las palabras de Jesús. Le dirá a Tomás: “Dichoso el que cree sin haber visto”. Nosotros no hemos visto a Jesús, pero creemos en él; no hemos sido testigos de su resurrección, pero creemos en el Resucitado, y por él, en nuestra propia y futura resurrección.

Creer en Jesús, en su triunfo sobre el mal y sobre la muerte, significa que creemos en ese triunfo, y que somos capaces, en nuestra vida, de superar el mal que aqueja a tantas personas y de vencer la muerte que supone en esta vida tanta destrucción, tanta miseria, tanta marginación, tanto dolor. Y todo ello contando con el que es la resurrección y la vida.

Los primeros cristianos supieron descubrirlo.

En la primera lectura que hemos escuchado del libro de los Hechos de los Apóstoles, se nos dice que aquellos jóvenes cristianos:”todos pensaban y sentían lo mismo; lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio nada de lo que tenían. Ninguno pasaba necesidad… porque se distribuía lo que tenían según las necesidades de cada uno”.

No es un mal programa para hacer desaparecer las desigualdades sociales, para ejercer la fraternidad, para vivir las inspiraciones del Espíritu. No es un mal momento para  la generosidad con los débiles, compartiendo algo más que aquello que nos sobra, ¡que es tanto!

El Obispo de Cádiz ha recordado la doctrina del “diezmo”, que la Iglesia tuvo durante mucho tiempo, y que fue desapareciendo, aunque hay cristianos que lo siguen practicando. No está mal la invitación, para darnos la oportunidad de reconsiderarlo. Jesús no dio sólo el diezmo de su vida; la entregó por completo. Y podemos hacer nuestro, hacer verdad, el dicho de que “amor, con amor se paga. Jesús está glorificado. No necesita nada. Pero lo necesitan aquellos con los que se identifica. Es cuestión de generosidad. Es una respuesta cristiana en un mundo cada día más pagano y menos sensible a las necesidades de los demás. La Pascua de Resurrección, que seguimos celebrando, nos debe empujar a resucitar a tantos muertos vivientes por causa del egoísmo.

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