La palabra que más se repite y menos se cumple: Perdón

Se ha convertido en palabra de buena educación el decir “perdón” al mínimo descuido que se tiene, al estornudar, al equivocarse en una palabra en una charla, al pedir paso en una aglomeración, etc, etc… Pero no pasa de ser una palabra de moda, que no significa lo que la palabra expresa.

En la eucaristía, u otro tipo de oración comunitaria, cuando rezamos el Padrenuestro, pedimos perdón, pero nadie sale corriendo a pedir perdón o a perdonar a las personas que probablemente hemos ofendido o por las que hemos sido ofendidos. Sin embargo el mismo Evangelio dice: “si vas a ofrecer tu ofrenda en el altar, y te acuerdas de que alguien tiene algo contra ti, deja la ofrenda sobre el altar, y vete primero a reconciliarte con tu hermano, luego vuelve y haz la ofrenda”.

Pero el mundo avanza sin perdón. Prevalece el odio, la venganza, la indiferencia o el desprecio. Y, sin embargo, hay en el mundo más de dos mil millones de cristianos (dejando claro que el perdón debe ser propio de todo hombre, cristiano o no).

En la antigüedad judía el perdón era signo de debilidad, por eso nace la ley del Talión, que viene a ser la ley de la venganza (aunque moderada en su ejecución, para que no sobrepase los límites del mal recibido). Pero Jesús dirá:”amad a vuestros enemigos, perdonad a los que os persiguen”; “imitad a Dios que hace salir el sol para buenos y malos, y manda la lluvia para justos e injustos”. Esta frase de Jesús suele extrañar a bastantes por lo difícil que resulta, y a otros les suena a chino. Y sin embargo, todos queremos que Dios nos perdone. ¡Qué incongruencia!

Pero el perdón puede ser más o menos generoso. El famoso “perdono, pero no olvido”, no tiene nada de generosidad. Es como guardarse una carta en la manga, para usarla en el momento oportuno. En ese sentido, todos estamos tentados de ser “magos prestidigitadores”. Menos mal que Dios no tiene mangas ni juega a ilusionista. El perdón de Dios es pleno y total. Dios perdona porque ama. Y si nosotros no perdonamos es porque no amamos. El mandato del amor fraterno:”amaos unos a otros como yo os he amado”, queda obsoleto.

A veces, incluso, nos queremos tan poco a nosotros mismos, que hasta somos capaces de no perdonarnos las equivocaciones. Y también tenemos que ser generosos con nosotros, porque Dios sí que lo es.

Para terminar esta reflexión, dejo a la de mis lectores las dos frases siguientes:

  • * El que es incapaz de perdonar es incapaz de amar. (Martin Luther King)
  • * El perdonar nos hace ser libres de espíritu…

 

                                                                                   Félix González

3 Responses to “La palabra que más se repite y menos se cumple: Perdón”

  1. Perdonar es ser Cristo.
    Con “desconcertante debilidad”, como nombra J. Melloni la Encarnación de Jesús.
    En el retraimiento de nuestra ‘duras razones’ es cuando la Gracia desborda en ambos sentidos: para el perdonado y para el que perdona.
    .
    Es una experiencia de Dios a la que tenemos inusitado acceso. ¡Ánimo!

  2. Me decía hace tiempo un buen compañero de trabajo un viejo y a la vez actual refrán: «la zorra cambia de pelo, pero no de costumbres». Así de repente, me vino a la mente la imagen del Tribunal Constitucional español. Su falta de caridad cristiana, su odio exacerbado al pueblo vasco.

    El amparo a la doctrina Parot resucita, una vez más, a Michel Foucault y respalda con vehemencia el Paradigma de Justicia imperante en nuestros días: vigilar y castigar, esa es la mágica receta. Ya lo siento por aquellos y aquellas que se hacían ilusiones, confiando en un cambio doctrinal y actitudinal del TC en el escenario actual de Euskal Herria.

    Como decía Michel, hay que aplicar los medios del buen encauzamiento de la conducta, y los poderes del Estado español se lo han tomado al pie de la letra. El Poder Judicial parece haber dado un salto hacia atrás en el tiempo y en el espacio, y en mi imaginación -que conste que no estoy bajo la ingesta de psicoactivos- puedo ver a un juez predicador, esgrimiendo una cruz de oro, traído del Perú, gritando a los presos políticos vascos aquello de: ¡arrepentíos! Los residuos del Nacional Catolicismo siempre han estado en el pensamiento colectivo de la judicatura. Visto lo visto.

    Entre discursos y sentencias subyace un fenómeno denunciado hace años desde algunas corrientes de la criminología: cuando el Estado detecta conductas y pensamientos que suponen una amenaza a sus intereses las estigmatiza, para posteriormente criminalizarlas, con el objeto de transformar sus defensores en cuerpos dóciles carentes de ideas propias. Algunos, entran en ese juego. Otros, la gran mayoría aguantan el tirón, a pesar del suplicio del castigo. Como diría Foucault.

    Lo anterior tiene graves consecuencias, las cuales se traducen en la existencia de un cuerpo de condenados, con y sin sentencia judicial, en Euskal Herria. El Estado parece buscar el suplicio de los presos y de sus familias, condenando a estas últimas a deambular por el asfalto de la prepotencia y de la soberbia. El Poder Judicial ha creado penas accesorias invisibles en el papel de oficio, pero visibles en las carreteras que conducen a los distintos caminos de la dispersión, y latentes en economías familiares de nuestros presos y exiliados. Esto forma parte del arte de castigar, alimentando los nutrientes ideológicos de un estado victimario con domicilio social en Madrid, reforzando a su vez los egos de los distintos poderes que lo sustentan. Su «altura de miras» a los nuevos tiempos, se articula en este tipo de respuestas.

    Decía Goethe que lo contranatural formaba parte de la naturaleza. Lo antijurídico parece formar parte de la doctrina del TC. En teoría, solo en teoría, sus resoluciones y sentencias deben estar orientadas por elementos objetivos de análisis, derivados de las llamadas ciencias jurídicas, pero a estas alturas de la película no debemos de olvidar que la ciencia es una estructura al servicio del poder, y que la independencia judicial es como la mujer de Colombo: siempre se habla de ella, pero a día de hoy no conozco a nadie que la haya visto.

    En consonancia con todo lo expuesto me ha venido al recuerdo mi primer encuentro con Pepe Rei. Este me dijo: en Euskal Herria nada es casualidad. No es casualidad que el Poder Legislativo creara en su momento una Ley de Partidos que algunos han olvidado. No es casualidad que el Poder Ejecutivo aplique la dispersión como instrumento de castigo generalizado contra aquellos a los que no ha podido ni incriminar, ni encarcelar. Y no es mucho menos casualidad, que el Poder Judicial ampare medidas propias de regímenes totalitarios. Al final todos los discursos del Estado español, conducen a sus distintos poderes, y ya lo dijo Michel: la genealogía del poder es gris

  3. […] La palabra que más se repite y menos se cumple: Perdón por P. Félix Gónzalez, […]

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