Los “sin vacaciones”
Hay muchas expresiones ya consagradas y de uso común: los “sin-techo”, los “parados”, los “indignados”, etc… Yo introduzco una nueva, que no tiene tanta trascendencia, pero que no deja de ser importante: los “sin-vacaciones”.
Me refiero a aquellas personas que por su débil economía, o por otras razones, no pueden tomar unos días de descanso vacacional. Y son muchos.
Este verano, la TV nos muestra los grandes desplazamientos (sobre todo en ciertas fechas): a las playas, a la montaña, a casas rurales, a conocer otros países, etc… Son días importantes dentro de la vorágine de los días del año, sin descanso, sin cambio de lugar, sin tiempo de asueto prolongado. Y todo el que puede disfrutar de esos días es bastante afortunado. Tanto el cuerpo como el espíritu echan en falta esos días.
Pero desgraciadamente no todos pueden disfrutar de unas merecidas vacaciones. Cada año, cuando me dispongo a tomar mis vacaciones, no puedo menos de acordarme de esas personas, familias, que no pueden disfrutarlas. Y aunque sé que no es culpa mía, siempre me da una especie de reparo de disponer de esos días, cuando otros no pueden; una especie de mala conciencia por poder disponer de ese privilegio. Incluso, este verano me he planteado la posibilidad de no tomar vacaciones; pero ha podido más el deseo de ver a mis hermanos, al menos una vez en el año. Porque creo que el contacto con la familia, y estrechar los lazos familiares, es, también, muy importante. En la vida hay muchos momentos y situaciones en que uno se ve obligado a elegir, a discernir lo más importante. Toda la vida es una constante elección entre lo bueno y lo malo, lo bueno y lo mejor.
Incluso los que toman sus vacaciones, se ven obligados, a causa de la crisis, a moderar sus gastos, gastar lo menos posible, ahorrar lo más posible. Es decir, montárselo de manera más austera.
Aunque la crisis es algo negativo y nada deseable, no obstante, tiene la virtud de enseñarnos a vivir con un poco más de austeridad. ¡Que nunca viene mal! El estado del bienestar, deseable para todos, se había convertido para una buena parte de la sociedad en el “estado del lujo y del gasto incontrolable! Y todo ello, muchas veces a costa de otros.
Félix González
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