Palabras y preguntas de siempre

(El porqué del dolor)

Hace unos días, hablando con una persona cercana, que me comentaba lo que estaban sufriendo por la enfermedad de un familiar, me decía:”¿Por qué tenemos que sufrir tanto antes de morir? ¿No se podría uno morir sin tener que pasar por tanto sufrimiento? La verdad es que no lo puedo entender”.

Y yo pensaba también, que no es fácil de entender, a pesar de las razones que solemos dar sobre que Dios nos ama y sabe lo que nos conviene, que la naturaleza es así, etc… Pero la verdad es que en el fondo, todo es un misterio, y no hay posibilidad de descifrarlo.

Otra persona, un buen amigo y hombre de fe, me decía por las mismas fechas, hablando, también, del dolor que hay que pasar a lo largo de la vida; y sobre todo, cuando se va envejeciendo, enfermando, y va llegando la hora de la muerte:”¿Por qué no podríamos vivir sin dolor, sin enfermedades, y que nos muriésemos tranquilamente cuando llegase nuestra hora?

Le dije: Entonces, ¿crees que Dios lo ha hecho mal? Y él, con cierto gracejo, me respondió: “No, pero lo podría haber hecho mejor”.

¡Qué difícil es este problema del dolor en el mundo! Como otras muchas cosas, queda en el misterio de Dios (el gran misterio).

Las preguntas e interrogantes sobre este tema se me presentan con mucha frecuencia, y es normal que así sea. Alguien puede pensar que es falta de fe en aquellos que no lo comprenden. No comprenderlo, no es falta de fe, es fruto de encarar el misterio, cuya comprensión nos supera. Sería falta de fe el no aceptarlo o rebelarse contra Dios a causa del sufrimiento. Pero las dudas forman parte de la fe; sólo el que no cree, no tiene dudas.

Por último, haré referencia a otra situación bastante corriente, también. Recientemente, a una persona, que tiene un ser muy querido enfermo, le decía yo que iba a pedir a Dios por él. (Está pendiente de una operación importante). La respuesta fue esta: “A mí no me ha escuchado”. Mucha gente tiene este convencimiento, cuando no creen haber obtenido lo que han pedido a Dios. Pero yo estoy convencido de que Dios Padre siempre “escucha”. Y nuestras súplicas son siempre atendidas. Pero no a nuestra manera. ¿Cómo? A la manera de Dios. Si Él nos ama como nos ama, no puede caber la menor duda de que querrá lo mejor para nosotros. Pero ¿sabemos, de verdad, qué es lo mejor? La respuesta del Señor queda, casi siempre, en el misterio. Sólo la fe nos lleva al convencimiento de que somos escuchados y atendidos; pero al modo de Dios, no al nuestro.

Me vienen a la memoria las palabras de Jesús en el Evangelio: Pedid y se os dará; buscad y hallaréis; llamad y se os abrirá. Porque todo el que pide recibe; el que busca, halla; y al que llama, se le abre”. Parece que no nos lo creemos mucho.

Estas y otras son las preguntas que muchos se hacen, pero a las que no encuentran las respuestas que esperan.

                                                                                               Félix González

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