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“Ha muerto el cardenal Martini, eterno candidato a Papa”. Con estas palabras comunicaba el informativo “El Periódico”, la muerte de uno de los hombres más polémicos en la Iglesia, de unas cualidades poco comunes, un gran conversador, y uno de los hombres de Iglesia más lúcidos y de talante progresista.

A los 85 años, entregaba su vida al Señor. Siempre sonó como posible y probable Papa, pero nunca fue elegido.  Demasiada personalidad para ser candidato de la mayoría.

¿Qué nos deja este hombre de Iglesia? Además de un recuerdo agradable y agradecido, la frescura de una mente lúcida; un amor imperturbable a la Iglesia, que no le impedía ser crítico con muchos comportamientos y maneras de actuar de la misma. Para mí uno de los rasgos de su personalidad que más me llaman la atención, es que era un hombre libre.

En su última entrevista, hecha tres semanas antes de su muerte, dice cosas importantes y atrevidas para un cardenal de la Iglesia; cosas que, como no podía ser menos, fortalecen a unos y se ganan las críticas, más o menos acerbas, de otros.

Le preguntan los entrevistadores: ¿Cómo ve Usted la situación de la Iglesia?

Y su respuesta es: La Iglesia está cansada, en la Europa del bienestar y en América. Nuestra cultura ha envejecido, nuestras Iglesias son grandes, nuestras casas religiosas están vacías, el aparato burocrático de la Iglesia aumenta, nuestros ritos y nuestros hábitos son pomposos. Estas cosas sin embargo, ¿expresan lo que somos nosotros hoy? (…) El bienestar pesa. Nos encontramos allí como el joven rico que, triste, se fue cuando Jesús lo llamó para que se convirtiera en uno de sus discípulos. Sé que no podemos dejar todo con facilidad. Pero por lo menos podríamos buscar hombres que sean libres y más cercanos al prójimo, como lo fueron el obispo Romero y los mártires jesuitas de El Salvador. ¿Dónde están entre nosotros los héroes en los que inspirarnos? Por ninguna razón debemos limitarlos a los vínculos de la institución.

Y preguntado sobre ¿Quién puede ayudar a la Iglesia hoy?, responde:
El Padre Karl Rahner utilizaba con gusto la imagen de las brasas que se esconden debajo de la ceniza. Yo veo en la Iglesia de hoy tanta ceniza sobre las brasas que a menudo me surge un sentido de impotencia. ¿Cómo se pueden liberar las brasas de la ceniza en modo tal que se fortalezca la llama del amor? Antes que nada debemos buscar estas brasas. ¿Dónde están las personas llenas de generosidad como el buen samaritano, que tienen fe como el centurión romano; que son entusiastas como Juan Bautista; qué osan lo nuevo como Pablo; que son fieles como María Magdalena? Yo aconsejo al Papa y a los obispos que busquen a doce personas fuera de lo común para los puestos de dirección. Hombres que están cercanos a los más pobres, que estén rodeados de jóvenes y que experimenten cosas nuevas. Necesitamos confrontarnos con hombres que ardan en modo tal que el espíritu pueda difundirse por doquier.

La entrevista es más larga y aporta más riqueza de pensamiento y más valentía de corazón. Pero no hace falta trascribirla entera, porque se puede encontrar fácilmente en otros lugares.

Que cada uno juzgue sus palabras. Yo, sencillamente, digo: Amén.

Félix González

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