Domingo XXIV del Tiempo Ordinario

(¿Quién es Jesús para mí?)

Jesús sabía o sospechaba que la gente hablaba de él, pero no tenían una idea, más o menos clara, de quién era. Unos decían que era Juan Bautista que había vuelto a la vida después de haber sido decapitado por Herodes, otros decían que era el profeta Elías, o cualquier otro profeta. Total que estaban desconcertados, aunque seguramente no les importaba mucho, con tal de que siguiese curando a sus enfermos, multiplicando la comida en caso de apuro, o contándoles las parábolas que les gustaban tanto porque entendían bien su lenguaje.

Pero Jesús quiere saber si sus apóstoles están tan despistados con él, como la gente, Y les pregunta directamente:”Y vosotros ¿quién decís que soy yo?”. Seguramente se quedaron un tanto indecisos y apurados. No era fácil definir al Maestro. Fue Pedro quien les sacó del apuro, inspirado por Dios:”Tú eres el Mesías”. Es decir: Tú eres aquel que esperábamos desde hacía tantos siglos. El que había e venir.

Vamos a imaginarnos que Jesús se hace presente ahora, y nos pregunta:”Y vosotros ¿quién decís que soy yo? Como no está Pedro, no puede contestar por todos. Cada uno tiene que darle su respuesta: ¿Qué es para ti Jesús?  ¿Tienes una respuesta de libro  o aprendida en la catequesis?  No creo que valga mucho. Pura teoría. ¿Tienes una respuesta nacida de tu experiencia, de tu trato con Él? Respóndele a Jesús: ¿qué es él para ti? ¿Te merece toda la confianza, sin límites? ¿Te fías de él absolutamente, aún en las circunstancias y acontecimientos difíciles o dolorosos?

Tu trato con él, tu oración estará en relación con lo que sea para ti Jesús. Piensa cómo es tu oración con él, y te dará la clave de lo que Jesús es para ti.

También puedes ver cómo es tu fe. ¿Una fe recibida, heredada, pero no personalizada? ¿Una fe infantil, inmadura,  o una fe adulta y madurada?

La segunda lectura, del apóstol Santiago, nos hablaba de la fe. Y él mismo se pregunta:”¿De qué le sirve a uno decir que tiene fe, si no tiene obras? Y pone un ejemplo muy clarito. Dice: “Supongamos que un hermano o una hermana andan sin ropa y faltos del alimento diario; y que uno de vosotros le dice: Dios te ampare, abrígate y llena el estómago, pero no le dais lo necesario, ¿de qué le sirven tus palabras. Pues eso pasa con la fe; si no tiene obras, está muerta.

Más preguntas para contestarnos: Según lo que dice el apóstol Santiago, tu fe, nuestra fe, ¿está muerta o está viva? Vale la pena pensarlo. La fe está viva, si el amor, la misericordia, la solidaridad y la ayuda al hermano desamparado forman parte de nuestro actuar. La verdadera fe vive de la esperanza y se alimenta del amor. Creo que una manera hermosa y, al mismo tiempo, certera, de definir la fe, sería esta: Fiarse de Dios en lo agradable y en lo adverso, y que los demás puedan fiarse de nosotros: nuestro amor, nuestra entrega, nuestra verdad, nuestra misericordia y nuestro perdón.

Se trata de que Dios sea todo para nosotros, confiemos en Él, y como consecuencia, que seamos fiables para nuestros hermanos, sabiendo que nuestro amor es lo más grande que podemos darles.

Y terminemos con la pregunta central del evangelio de hoy: ¿Quién o qué es Jesús para ti? Pensémoslo cada uno, y veamos si tenemos que corregir algo en nuestra respuesta.

                                                                                              Félix González

3 Responses to “Domingo XXIV del Tiempo Ordinario”

  1. Jesús les pregunta:”Y vosotros ¿quién decís que soy yo?”. Pero esta pregunta tenía lugar ya que los apóstoles iban con Él. ¿Por qué? Esta es una pregunta anterior. Una pregunta profunda que también podemos hacernos. ¿Qué nos mueve para que la presencia de Dios sea de una importancia suficiente para habitar nuestros pensamientos, lecturas, ‘comentarios’, la interpretación del entorno y de nosotros mismos? Nos mueve Él. Todos somos contemporáneos de Cristo -como dice Melloni- y la confianza en su persona que atrajo poderosamente a los apóstoles y a los miles que le seguían, está actuando desde cada molécula de nuestro cuerpo, desde el inconsciente colectivo, desde el pensamiento más elaborado, desde el anonadamiento ante el arco-iris, desde esta sensación de no estar encaminados, desde el corazón de piedra y desde el corazón de carne. El Espíritu incesantemente nos estimula para perfilarnos en Cristo. Lo notamos, todo empuja en la misma dirección pero nos desplazamos en una superficie resbaladiza que nos agota. ¿”Quién decís que soy yo”… para no terminar de dar conmigo? Eres, Señor, Lo alcanzado porque Tú sí que pusiste a todos los hombres por delante. Tú eres, Señor, el que esperas en tan rebajado lugar.

  2. […] + En Corazones en red encontramos la reflexión de P. Félix González, ss.cc: ¿Quién es Jesús para mí? […]

  3. La respuesta de los primeros cristianos a la pregunta de Jesús, era esta: “Jesús es el Señor”. Lo importante es lo que querían decir con el término “Señor”

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