Llegar tarde… ¿por qué?

Yo tengo la costumbre inveterada de ser puntual (salvo imprevistos). Llegar tarde a una cita, a una reunión, a un encuentro, al cine, etc… es algo que me supera. No puedo. Y esa puntualidad la llevo también a la hora de salir a la iglesia para celebrar la Eucaristía.

¿Qué pasa? Pues que como hay mucha gente que no posee esta manía mía, llega tarde, ya comenzada la celebración. Comprendo que esto puede ocurrir alguna vez (rara vez), debido, también, a imprevistos; pero no es de recibo llegar tarde, por principio, por pereza, o por falta de estima. Yo diría que es además una falta de educación, y una no menos desconsideración para los que llegan a su tiempo.

El ambón o el altar son lugares estratégicos, para ver (quieras o no), que la puerta se abre y cierra con frecuencia durante varios minuto.

Antiguamente, en el catecismo aprendíamos los “mandamientos de la Iglesia”; y uno de ellos decía: “Oír Misa entera todos los domingos y fiestas de guardar”. Entera significa, desde el comienzo hasta el fin. Los que no llegan a tiempo, además de molestar, se pierden, como mínimo, una parte importante  de la celebración eucarística: saludo y acogida de la Asamblea, y el acto penitencial, tan importante para prepararnos bien a lo que celebramos.

Hace tiempo se discutía en qué momento se tenía que llegar, como máximo, para poder decir que se había “oído” misa. Y se solía decir que por lo menos, llegar a la lectura del evangelio. Gracias a Dios, esas consideraciones ya no están en boca de nadie, aunque tal vez, todavía, esté en la mentalidad de algunos.

Nadie que tenga un poco de educación y sentido del respeto a los demás, se permite llegar tarde a una invitación, a un banquete, a un concierto, etc… Y si por una causa mayor llega tarde, no deja de pedir perdón y excusas por la tardanza, aunque no haya sido culpable. Es una regla de las buenas formas. Pero en la Eucaristía, no. Se puede llegar tarde con toda impunidad, y sin un motivo serio.

Lo correcto sería llegar unos minutos antes de la salida del sacerdote al altar. Así la asamblea estaría ya serena y dispuesta a empezar todos juntos.

Dada mi peculiar puntualidad, algunos me han dicho alguna vez, que debería salir cinco minutos más tarde, para que nadie llegase tarde. ¿Es esa la solución? Yo no puedo admitirla, por ir en contra de mis principios, y porque la gente llegaría igualmente tarde sabiendo que yo salgo tarde..

Cualquier reunión merece un respeto. Y la Eucaristía doblemente.

                                                                                                           Félix González

4 Responses to “Llegar tarde… ¿por qué?”

  1. Subyace que se debe acudir y no que se quiere.

    Si no se hubiera caído en la tentación de declarar la Misa obligatoria, sería otra cosa.

  2. Susana: llevas razón. Pero hay que intentar comportarse como adultos, y como personas civilizadas y con educación. Para muchos ya pasó lo de la “obligación”, pero siguen llegando tarde. Creo que es cuestión de buena educación, y aprecio a lo que se va a celebrar.

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