Corazones en red

Me gusta observar los movimientos y costumbres del pueblo. Y esta mañana he salido a dar una vuelta por la ciudad. Es carnaval, aunque ya estamos metidos en la Cuaresma (¿).

Por todas las parte se veían niños, jóvenes y adultos, vestidos con los más típicos disfraces; unos más tradicionales, otros más originales, y otros estrambóticos y caprichosos. Pero todos tan ufanos de su disfraz.

Mientras gozaba con el colorido multicolor, contemplando la satisfacción de los disfrazados, he tenido tiempo para reflexionar, y hacer mis conjeturas filosóficas. Sin dármelas de psicoanalista, sí que he pensado en lo que posiblemente (y digo sólo posiblemente) habría dentro de esas caricaturas. He pensado: ¿qué se puede ocultar en esta costumbre de hacer desaparecer la propia personalidad, para ocupar el puesto o rol de personajes imaginarios, históricos, religiosos? Porque todos los tipos, profesiones y personajes que se dan en la realidad y en la ficción, circulaban por las distintas calles.

¿Será que la gente tiene necesidad de dejar de ser quien es, aunque sólo sea por unas horas? ¿Será que el carnaval permite ausentarnos de nosotros mismos porque desearíamos ser “otros”? ¿Será, simplemente, que la costumbre hace ley, y hay que seguir las normas establecidas para una época del año? ¿Será…?

Sea lo que sea, lo cierto es que la gente se divierte, y eso es algo muy importante. La gente, las personas, el pueblo, necesita diversión, necesita dejar la rutina diaria, para romper la monotonía de la vida, para olvidar, de vez en cuando, las preocupaciones, el trabajo, todo aquello que durante los días ocurre sin solución de continuidad.

En Semana Santa, hay que vestirse de túnica y capirote; en la feria, el atuendo será de faralaes (gitana, sevillana, flamenca…); y en carnaval, todo cabe, desde el atuendo de arzobispo, hasta el de militar, monja, o, simplemente, payaso. Lo importante es el disfraz, No importa cuál.

Mi reflexión ha durado poco; mi atención estaba en lo variopinto de la calle vestida de colores, de entusiasmo, de orgullo, de gente deseosa de ser admiradas por los transeúntes.

Lo importante, como decía, es la fiesta. En la fiesta no existe el tiempo, se olvidan los recuerdos para vivir sólo el presente, la diversión, lo lúdico. Pero en la fiesta, siempre hay protagonistas y mirones. Yo, en este caso, iba de mirón.

Félix González

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