Corazones en red

(Apacienta mis ovejas)

Seguimos celebrando la Pascua, y en este tiempo nos presenta el evangelio distintas apariciones de Jesús a sus apóstoles. Necesitan la presencia del resucitado, para infundirles valor. Sorprendentemente nos dice San Juan que los apóstoles, los que habían sido pescadores, vuelven a su tarea. Posiblemente procuraban ayudar a la familia, mientras esperaban el mandato o invitación de Jesús de ir por todos el mundo ganando adeptos para el seguimiento de Jesús.

Cuando están pescando inútilmente porque la pesca se resiste, se aparece Jesús, les anima a seguir echando las redes, y se produce el acontecimiento de una pesca abundante. Era Jesús que nuevamente se presentaba para animarles con su presencia.

En un momento del encuentro, Jesús se dirige a Pedro, y de manera inesperada le pregunta si le quiere más que los demás. Jesús sabía (se lo había demostrado en más de una ocasión, que aquel pescador, un tanto rudo e impetuoso, le había demostrado su cariño y su lealtad, pese a su fallo de haberle negado por miedo, durante la pasión. Pero quiere que sea el mismo Pedro quien le confiese ese cariño, una vez más, delante de los demás. Tres veces se lo pregunta, no tanto por desconfianza de Jesús, cuanto por obligarle a confesarle su amistad durante tres veces, como tres veces le negó.

A la tercera vez, Jesús le encomienda “apacentar el rebaño”. Ya le había dicho, en otra ocasión: “Tú eres Pedro (antes se llamaba Simón), y sobre esta piedra edificaré mi iglesia”. Ahora se lo confirma: “apacienta mis ovejas”.

Ninguno protesta por esta distinción a Pedro. Todos saben que se lo merece, y que la elección era acertada. Desde entonces, Pedro será el primero, y el encargado de animar a sus hermanos. Hoy decimos que fue el primer Papa, y el Obispo de la ciudad de Roma, donde murió martirizado por ser discípulo de Jesús, en tiempos de Nerón, emperador romano.

Las apariciones de Jesús a los apóstoles, tras su resurrección, tenían varios objetivos, sin duda  alguna.

El maestro, que había sido su sostén y su esperanza, había muerto. Seguramente los ánimos estarían muy bajos, Y necesitaban comprobar que Jesús seguía vivo, y estaba cerca de ellos.

Por otra parte les seguía enseñando, aunque de otra manera. Como veíamos el domingo pasado, les desea la paz: “la paz esté con vosotros; la paz os dejo, mi paz os doy”. Necesitan tener paz dentro de sí mismos, para ir repartiendo esa paz ante un mundo de violencia. Y, además, necesitaban, todavía, recobrar los ánimos y aprender muchas cosas. Para eso les da su Espíritu: “Recibid el Espíritu Santo”. Lo van a necesitar para romper el miedo, y para hablar con la sabiduría de Dios, de cara a la conversión de sus destinatarios, y la tarea de la evangelización.

                                                                                                Félix González

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