Corazones en red

(Padre, Hijo y Espíritu Santo)

Cuando tratamos de hablar de Dios, sabemos que nos encontramos con el misterio. Un misterio insondable, al que sólo nos podemos acercar por la fe. Dios es siempre un gran misterio para las personas. No obstante, algo podemos decir, aunque no lo entendamos bien. Esa  es la fe.

Incluso cuando decimos que Dios es misericordioso, que perdona infinitamente, que es Padre, etc, estamos muy lejos de comprender lo que decimos. Porque todo lo que afirmamos de Él es por relación a nosotros. Dios es misericordioso, pero lo es en grado infinito, y eso se nos escapa. Lo comparamos con nuestra misericordia, y nos quedamos tan cortos, que es imposible lo que significa la misericordia de Dios. Sólo podemos aproximarnos, aunque muy de lejos. Cuando decimos que el perdón que Dios nos da es infinito, tampoco podemos comprender cómo es ese perdón, porque aunque nosotros sabemos perdonar, nuestro perdón está tan lejos del de Dios, que se nos hace imposible co prenderlo. Y cuando decimos que Dios es Padre, nos quedamos muy lejos de comprender lo que afirmamos, porque la paternidad de Dios está a millones de años luz de lo que significa ser padre entre nosotros. En este mundo los padres, por buenos y perfectos que sean, tienen sus defectos, sus manías, su carácter  má o menos agradable.

Y podíamos seguir poniendo ejemplos.

Por eso digo que nos resulta, no sólo difícil, aino también imposible, llegar a comprender a Dios como es. Nos encontramos con el misterio. Y los misterios no son comprensibles, porque superan nuestra capacidad de entendimiento.

Hoy la Iglesia celebra, nosotros celebramos, el domingo de la Santísima Trinidad. Ese gran misterio que en fe aceptamos y creemos, y que consiste en que Dios son tres personas, pero un solo Dios. El Padre es Dios, el Hijo es Dios, y el Espíritu Santo es Dios. Pero son un solo Dios. Más que un misterio, parece un acertijo. Pero no, no vale la pena intentar acertarlo, porque supera nuestra capacidad. Y se acepta en fe, o no se acepta. En Dios, todo es misterio para nosotros.

Hablando de la Trinidad, solemos decir, por dar alguna explicación, que al Padre le corresponde la Creación, al Hijo la redención, y al Espíritu Santo la santificación. Pero como Dios es uno sólo, todo es obra de Dios: Padre, Hijo y Espíritu Santo. Adoremos a ese Dios “uno y trino”.

En ese afán de quererle comprender, hablamos mucho de Dios. Pero mejor que hablar de Dios, es hablar con Dios. Eso sí que podemos hacerlo, y lo necesitamos. Eso es la oración, que tanto nos falta y tan necesaria nos es. Y en esa oración, hay veces que nos dirigimos a Dios como Padre (ejemplo: el Padrenuestro), otras veces nos dirigimos al Hijo, Jesucristo, nuestro Redentor, y otras veces invocamos al Espíritu Santo, como dador de sus dones para nuestra santificación.

En este día dedicado a la Santísima Trinidad, hagamos un acto de adoración a Dios, sin intentar llegar a conocer su misterio, cosa inútil por otra parte. Y en nuestra vida, tengamos un trato cada vez más frecuente con Él, en la oración. Eso sí que nos reporta beneficio. Porque mejor que hablar de Dios, es hablar con Dios.

                                                                                             Félix González

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