Corazones en red

(Al que mucho ama, mucho se le perdona)

Lo que acabamos de escuchar  hoy, es una de las piezas más bonitas y entrañables del Evangelio de San Lucas: la misericordia de Jesús, frente a la incomprensión de los fariseos; el perdón generoso, frente a la dureza e intransigencia. Una mujer arrepentida, a quien no la importa la vergüenza que va a pasar, que se atreve a desafiar las costumbres establecidas (una mujer no podía entrar en una reunión de hombres).

Manifiesta su arrepentimiento con sus lágrimas, humillada, de rodillas ante el Señor. Sabe que la van a criticar y despreciar, porque es una conocida pecadora. Pero su dolor y su arrepentimiento son  mayores que la vergüenza que va a pasar. Y se dirige al único en aquella reunión (aquel banquete) que puede escucharla, que puede comprenderla, que puede perdonarla.

Y Jesús no la defrauda: “Mujer, tus pecados están perdonados”. Y a ellos les dice: “Al que mucho ama, mucho se le perdona; pero al que ama poco, poco se le perdona”.

Tres cosas me llaman, especialmente, la atención de este pasaje evangélico. Por una parte, el arrepentimiento sincero de esta mujer, que lo busca por encima de todo; su confianza en la bondad del Maestro. Y la respuesta  inmediata de Jesús.

En segundo lugar, la facilidad con que Jesús la perdona. Ni siquiera se lo ha pedido con palabras. Jesús se adelanta; no la exige nada; bastan las muestras de arrepentimiento. . A veces, pienso en tantas condiciones como la Iglesia pone para perdonar los pecados, cuando Jesús no ponía más que una: que la persona estuviera arrepentida.

En tercer lugar, las palabras de Jesús: “Al que mucho ama se le perdona mucho”. Sólo el amor perdona los pecados. En la Carta de Santiago, encontramos estas palabras:”La caridad cubre todos los pecados”. La caridad es como un horno, donde arden y se destruyen todos los pecados. El que ama, cumple los mandamientos.

Pero quiero fijarme, también, en otra cosa. Dice el evangelio:”Después de esto, Jesús iba caminando de ciudad en ciudad, y de pueblo en pueblo, predicando el evangelio del reino de Dios. Lo acompañaban los doce y algunas mujeres…María Magdalena, mujer de Cusi…, Susana y otras muchas que le ayudaban con sus bienes”.

Muchas veces pensamos que Jesús sólo tenía discípulos, pero vemos que también había mujeres que, a veces, le acompañaban en sus correrías apostólicas. Eso iba en contra de las normas y costumbres de su tiempo. Pero Jesús no hace distinción, él no es machista, como lo eran los de su tiempo.

La mujer siempre ha sido muy valiosa en la Iglesia. ¡Lástima que no se le dé más participación activa!

Félix González

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