Corazones en red

En mi ventana tengo dos geranios (algunos lo saben porque he hablado de sus flores en alguna ocasión). Pero no voy a hablar de sus flores (el incipiente otoño las ha ajado).

Hoy voy a escribir de sus hojas (que ahora están algo menos verdes); esas hojas que, fieles a la estación otoñal, se van secando, cuándo unas, cuándo otras, con mayor rapidez y frecuencia.

Hoy, al limpiar la hojarasca muerta, he pensado en mi vida. Van pasando los años (los tuyos, los de todos). Cada uno que pasa, no vuelve, son como hojas muertas. Mis hoja (mis años) no nacerán de nuevo. Se van para siempre.

Me han venido a la memoria los célebres versos, del no menos célebre Gustavo Adolfo Bécquer :                  

“Volverán las oscuras golondrinas, en tu balcón sus nidos a colgar,

y otra vez con el ala a sus cristales, jugando llamarán.

Pero aquellas que el vuelo refrenaban, tu hermosura y mi dicha al contemplar,

aquellas que aprendieron nuestros nombres…, ésas… ¡no volverán!

Volverán las tupidas madreselvas, de tu jardín las tapias a escalar,

y otra vez a la tarde aún más hermosas, sus flores se abrirán.

Pero aquellas cuajadas de rocío, cuyas gotas mirábamos temblar

y caer como lágrimas del día.., ésas… ¡no volverán!”.

Y yo añado:

“Volverán las hojas del geranio, nuevamente sus hojas a brotar;

pero los años que se fueron de mi vida… esos no volverán”.

Así es la ley de vida (vida y muerte en el mismo lote). Pero una cosa me alegra y me consuela: mis años dejarán de ser caducos, y se volverán eternidad. Supongo que si mis geranios lo supiesen, me tendrían envidia, como yo se la tengo a ellos en este breve tiempo otoñal.

                                                                                           Félix González

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