Cuando nuestras matemáticas no son las de Dios
Exactamente, no coinciden. Dios usa otros valores en las matemáticas, que no coinciden con los nuestros. Si preguntamos a un matemático, cuántos son 70 por 7, nos responderá que son 490 (son nuestras matemáticas). Pero si Pedro pregunta a Jesús cuántas veces tiene que perdonar, le responde que 40 veces 7, que en el lenguaje de Dios no significa 490 veces, sino “siempre”. Esas son las matemáticas de Dios; las matemáticas de la misericordia.
Cuando aquella multitud de gente que seguía a Jesús no tenía que comer, y estaban en descampado sin poder comprar, los apóstoles le dijeron que había un muchacho entre la multitud que tenía cinco panes y dos peces. Y se preguntan: ¿qué es eso para tanta gente?
Pero Jesús hace que aquello llegue a todos y que sobre doce cestos llenos, después de haber dado de comer a cinco mil, sin contar mujeres y niños (¡un poco exagerado parece, ¿no?). Nuevamente las matemáticas de Dios son distintas. Cinco panes y dos peces no son cinco más dos; es todo lo que se necesita para una multitud.
Hoy día podríamos usar las matemáticas de Dios para muchas cosas, sobre todo para perdonar (que tanta falta nos hace a todos los niveles), así como para quitar el hambre de la humanidad. Bastaría con sustituir el egoísmo personal y colectivo, por la generosidad, la solidaridad, y el compartir.
Pero seguimos con nuestras matemáticas, una ciencia tan exacta, a la que no queremos renunciar, porque a algunos nos va muy bien. ¡Qué buenos matemáticos somos! Supongo que si Dios tuviese que examinarse en cualquiera de nuestros centros de estudio, le suspenderían; igualmente que Dios nos suspendería a nosotros.
Hay otro punto en el que Dios tampoco coincide con nosotros, ni nosotros con él: en el juzgar a los demás.
Para nosotros hay muchos malos: los que no van a misa, los divorciados y vueltos a casar, las parejas de hecho, las parejas gais, los que critican a la Iglesia, las prostitutas….y tantos y tantos.
Pero para Dios, los únicos malos son los que explotan a sus hijos más débiles, los que acaparan, incapaces de compartir, ante las graves situaciones de personas y pueblos, los que no respetan su creación, por intereses propios, etc…
Esta vez no son las matemáticas, son más bien, los criterios para juzgar, para encasillar en la categoría de malos y buenos.
Félix González
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