Jueves Santo. 2014
“Os he dado ejemplo, para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis” (Jn. 13).
¿Qué es lo que acababa de hacer Jesús, poco antes de pronunciar estas palabras? Un gesto muy sencillo, pero tremendamente significativo. Acababa de lavar los pies a sus discípulos, en la “cena de despedida” (servicio que correspondía a los siervos o esclavos).
Y les dice a los apóstoles, a aquellos que deberían continuar, los primeros, la obra de Jesús: “para que vosotros, también lo hagáis”. Y sabemos que todo lo que Jesús dice a sus discípulos, entonces, nos lo dice a todos, sus seguidores ahora.
Lavar los pies a los discípulos, en aquella ocasión, era ir preparando, anticipadamente, la Eucaristía. Porque la Eucaristía no se puede celebrar, si no es con disposiciones de servicio, de entrega, de donación a los hermanos.
En la Eucaristía, no solamente nos encontramos con la presencia real de Cristo Resucitado; en ella encontramos toda la vida de Jesús. Una vida de fidelidad al Padre; una vida de entrega generosa al hermano necesitado; una vida hecha de verdad, de justicia, de honradez, de pacificación. Pero una vida, también, hecha de compromiso, de riesgo por el Reino, de jugársela toda por todos.
“Os he dado ejemplo”. Pero no solo el ejemplo de lavarles los pies, no. El ejemplo que fue toda su vida, hasta la entrega en la cruz, hasta su permanencia en el pan y el vino, hasta el “no se haga mi voluntad, sino la tuya”, en una noche plateada de luna reflejada en las hojas de los olivos del Monte; en el lugar donde su voz se rompe al pronunciar la palabra “amigo”, como respuesta a la traición de Judas.
Hoy, Jueves Santo, traemos, no solo a la memoria, sino, sobre todo al corazón, toda una historia de amor, que se repite cada día, aunque en circunstancias distintas y tiempos distintos.
Félix González
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