Corazones en red

La noticia ha saltado a los medios. Por culpa de la tristemente famosa enfermedad del “ébol”, las autoridades han mandado sacrificar un perro, cuyo dueño podría tener la enfermedad, y se daba la posibilidad de que el animal también la hubiera contraído, y posiblemente podría trasmitirla.

Una norma de prudencia elemental, que no todos han compartido, y ha causado una manifestación (incluso violenta) en defensa del pobre animal.

Me gustaría (no, no me gustaría) saber, pero, al menos, siento curiosidad por analizar los sentimientos de esas gentes. Es muy posible que hayan visto esas terribles escenas de gente, en África (niños, jóvenes, adultos y ancianos) muriendo por la terrible enfermedad, sin que nadie pueda ni siquiera acercárseles por miedo al contagio. ¿Se les ha movido el corazón? ¿No les importa que ese perro, posible portador del virus, pueda infectar a personas, llevando consigo, probablemente, la muerte?

Se está llegando con la tutela de los perros a extremos llamativos. Desde la persona que deja toda su larga herencia a favor de su perro para que no le falte nada, cuando ella falte, y se le proporcione, incluso, un rico entierro, hasta quien tiene dinero para gastar en los cuidados de varios de esos animalitos, pero no tiene para ayudar a una familia extremadamente necesitada. Los hay.

Estoy de acuerdo en que todo el mundo tiene derecho a tener una mascota: un perro, un gato, una tortuga, un loro… Y tiene obligación de tratarlo con cariño. Un perro es un animal de compañía, y verdaderamente la da. Y hacer compañía es muy necesario, porque incluso entre personas, se puede uno encontrar muy solo.

Pero, repito, que no entiendo la postura de los manifestantes, cuando el susodicho animal podría ser un peligro público, según las autoridades sanitarias. Otra cosa es que éstas estuvieran o no acertadas con el diagnóstico.

Félix González

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