Los defectos míos y los de los demás
(¡Qué fácil es ver los defectos de los demás),
Lucas nos aporta estas palabras de Jesús:¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo, y no adviertes la viga que está en el tuyo? (Lc.6)
Este tema que nos aporta el evangelio con las palabras de Jesús, es siempre actual. Vemos enseguida los defectos de los demás. Parece que estuvieran en constante exposición. Pero los nuestros, para nosotros, están escondidos. Y no es que no existan, sino que se nos hacen invisibles, porque es difícil aceptarse imperfecto.
El ejemplo de la mota en el ojo ajeno, y la viga en el propio, es un acierto de expresión. No se podía haber dicho mejor. Y cuantas más vigas tengamos en los ojos, más ciegos estaremos para verlas, pero seguiremos viendo la pequeña mota, el polvillo más insignificante, en los ojos de los demás.
Y si son personas que no nos caen bien, por la razón que sea, más defectos les veremos. Mientras que en aquellas personas que nos caen bien, detectamos menos defectos, aunque los tengan.
Existen dos medidas desiguales, según de qué, o de quién, se trate. No somos imparciales, y nos dejamos llevar de cosas distintas a la realidad objetiva.
Con razón se dice en el evangelio: ”¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu ojo, y entonces verás con claridad para sacar la mota del ojo de tu hermano”. Porque la debilidad es lo último que el hombre confiesa y lo primero que tiene.
Qué difícil es ser objetivo, y con qué facilidad mentimos al juzgar a las personas, o al compararlas con nosotros. Hay un refrán que dice:” Una mentira puede viajar por medio mundo mientras la verdad está poniéndose los zapatos”. Y otro reza así: “La buena educación consiste en esconder lo bueno que pensamos de nosotros y lo malo que pensamos de los demás”. Pero, a juzgar por todo esto, la buena educación parece brillar por su ausencia. Y la verdad seguirá calzándose, mientras la mentira habrá terminado su gira por el mundo.
Sinceridad y objetividad son dos palabras que no se usan demasiado, o que no constan en el diccionario de algunas personas. Si fuésemos objetivos y realistas, nuestro actuar sería distinto. Sería como quitarse de pronto las gafas oscuras, en un día soleado de verano, y darnos cuenta de que el paisaje no es tan oscuro como creíamos. Pero, para eso, nuestros ojos tienen que estar libres de obstáculos. Jesús, nunca llevó gafas de sol. Tal vez por eso veía las cosas como son.
Félix González
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