El circo de la política
No quiero ser irrespetuoso con la clase política de nuestro país. Mi deber, como buen ciudadano, es, no digo amar, pero sí respetar, a aquellas personas que han sido elegidas por el pueblo, y que nos representan en el mundo social y político. Pero, no sin condiciones. Para que uno sea respetado, debe ser respetable. Y hace tiempo que nuestra clase política ha dejado de serlo, porque ellos mismos se han desvalorizado, unos por corruptos, otro por incompetentes, otros por buscar en primer lugar sus propios intereses, o de su partido. Espero que a pesar de todo, quede un ”resto” que merezca mis respetos, como lo hubo en Israel, a pesar de que el pueblo en general se había contaminado con los babilonios.
Al mismo tiempo que repruebo y anatematizo a los políticos corruptos e incompetentes, admiro tremendamente al pueblo, que está sufriendo carros y carretas, a pesar de los pesares. Un día y otro, este pueblo vive de la esperanza de que la ”cosa” se arreglará pronto. Pero ese pronto no llega, y se vive con la incertidumbre de los pactos, y la desfachatez del “no, es no”, por una parte, y de no querer bajarse del burro, por otra.
Lo comparaba con un circo, por la cantidad de “payasos” y de “fieras” que cobija bajo sus lonas. Pero en este de la política, los payasos no hacen reír, sino llorar, y las fieras amenazan a sus domadores constantemente, porque tienen el poder de la fuerza. No la fuerza de la verdad, sino la fuerza del poder. Dios quiera que surjan algunos circenses que sepan poner las cosas en su sitio, sin pensar solo en sí mismos, teniendo en cuenta al pueblo que espera el mayor de los partos. Pero esperemos que no sea el “parto de los montes”.
Félix González
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