“La vida es el arte del encuentro”
No hace mucho que he leído esa frase, y me persigue en la memoria con insistencia, como pidiendo algo. Y ese algo, yo sé lo que es. Por eso me pongo a reflexionar sobre su verdad.
La vida no es solo existencia, es también, y sobre todo, relación. Y la relación se produce en el encuentro. No hay vida sin relación ni relación sin encuentro. Por eso decimos que “la vida es el arte del encuentro”.
Pero no vale cualquier relación. Para que el encuentro pueda considerarse un arte, es preciso que el encuentro sea bello, gratificante, o, al menos, suficientemente educado para guardar las reglas de una sana relación.
Podemos relacionarnos con nosotros mismos, con una persona distinta a nosotros, o con un hecho o circunstancia, buscados o impuestos; pero si esa relación está viciada por la violencia, el poder, la desconfianza, la no aceptación… el encuentro estará viciado desde su comienzo.
Existen relaciones que llevan al des-encuentro, a la trasgresión de la norma, al enfrentamiento; relaciones sin las más elementales reglas de la convivencia, porque carecen de toda ética y de las mínimas normas del arte relacional.
Pero hablando de encuentros, no podemos olvidarnos de nuestro encuentro con Dios; encuentro que se puede producir en las diversas circunstancias de la vida, y sobre todo el encuentro en la oración. Y como cualquier otro, tiene, también, sus reglas y sus condiciones. Nuestro encuentro con Dios dependerá de cómo es nuestra relación con Dios. Si nuestra relación es fácil, sencilla, confiada, familiar…. Nuestro encuentro será también fácil, natural, y no necesitará un gran esfuerzo.
A veces, la oración no es el fruto de una sana y fácil relación, sino de la rutina, de la imposición, del miedo, de la necesidad…; y entonces el encuentro no puede ser cordial y gratificante. En consecuencia, más que un encuentro querido, deseado, preparado, se convierte en una encerrona, si no en un pequeños suplicio del que se desea salir cuanto antes.
¿Por qué cuesta tanto encontrar tiempos para orar? ¿Por qué la oración, a veces, se hace pesada, larga y poco agradable? Porque no se llega a un verdadero encuentro. Es como el recadero que viene a casa a darnos un aviso, pero no pasa dentro, se queda en el umbral; no se le invita a un café, ni se le da conversación. Se cumple con las normas elementales de buena educación y cortesía, pero no se le da acceso a la intimidad. Es una relación meramente de estricto servicio o simplemente comercial. Falta el verdadero encuentro de corazones, de sentimientos.
¡Cuántas veces se puede salir de la oración con la sensación de haberse quedado en el umbral, sin verdadera intimidad, sin encuentro! Como si hubiéramos ido a dar un simple recado, para lo cual tienes necesidad de hablar (no tanto de escuchar), pero no hay verdadero encuentro, porque falta una verdadera relación.
La vida es el arte del encuentro. Y cualquier relación que queramos que sea cordial, cercana, amiga, es también un arte, el arte del encuentro.
Félix González
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