La revolución de una fotografía

La foto que nos devuelve al paraiso de la infancia

La foto que nos desnuda en el paraíso de nuestra infancia

Enganchados

Entrada la noche, no puedo resistir el impulso de plasmar lo que nos está pasando en estos días, todo a partir de una foto. No es una foto de desnudos, lo cual tendría poco interés en el mundo actual, sino una foto que nos desnuda y nos devuelve a la realidad de nuestras vidas, aquel paraíso –no perdido ni olvidado, solo dormido- donde toda nuestra riqueza era la inocencia inquieta y alegre, la pura ilusión y todo un futuro lleno de esperanza para ir hacia adelante en la España de los sesenta. Ahora, cuarenta y seis años después, nos está revolucionando interior y exteriormente, por medio de estos medios watpaseros que nos devuelven a hacer y a sentir adolescentes. Eso que tanto criticamos los cincuentones y que ahora nos lo echan en cara nuestros familiares al ver que damos síntomas de adicción, todo por esta p… foto.

La foto del cura en el colegio

La foto fue realizada en el colegio libre adoptado “Santo Tomás de Aquino” de Granja de Torrehermosa en el curso 1969-70. El cura del pueblo, Don Manuel Tirado, que daba religión y Lengua, nos animó a fotografiarnos, organizó la historia, sacó bancos, nos puso en fila, y dio orden a un fotógrafo –ahora anónimo- para que disparara, lo que hizo sacando sin querer y de perfil al propio cura delante de todos los alumnos y alumnas de aquél curso de primero, nunca se habrá imaginado lo que iba a ser y a provocar ese hecho tan sencillo y familiar. Yo tuve la suerte de estar en ese lugar y de estar en esa foto. Yo creo que nos la regaló a todos –al menos a mí que era su monaguillo-, sería de las primeras de color que teníamos en nuestro haber. La he guardado como oro en paño toda mi vida, la he visto muchas veces y he pensado sobre ella y desde ella en todos los que aparecemos ahí. Yo salí para el seminario tras terminar ese curso, por eso quizá le di más valor al no tener cerca a todos los que allí aparecían.

Emociones medio siglo después

Ahora casi cinco décadas después, medio siglo, algunos corazones, de aquellos tocados por los mismos sentimientos, animados por los medios que hoy lo facilitan, se han puesto a buscarnos a todos para reconocernos y recordarnos, han sido como ángeles. Es decir, volver a saber unos de otros y volver a mirarnos con aquel corazón que nos desnuda, desde aquella infancia querida y viva que duerme en cada uno de nosotros. Y hacerlo, después de este recorrido vital, donde se entiende que nuestro ayer ya es ancho, nuestro hoy profundo, y nuestro mañana con sabor de esperanza ultimada, en la que ya más de uno está prejubilado y rodeado de nietos. La foto nos llama a encontrarnos desde la vida, desde lo más auténtico y limpio que permanece desde entonces y que nos ha acompañado en todo nuestro recorrido personal, familiar, laboral, social, lúdico, económico, religioso…

Nos hemos vuelto locos

Y nos hemos vuelto locos, no es para menos. El mundo de las emociones que se está despertando y que estamos expresando desnudamente son de locura. Hemos llorado de emoción y lo hemos dicho con una naturalidad, lágrimas del sentimiento puro, de la llamada que despierta y abre un montón de corazones que te esperan a través de un móvil, de recuerdo de los padres que ya no están, de los compañeros que se fueron, alguno ya desde la misma infancia y otro desde la vida alejada, que nos enteramos al conectar. Hemos reído a carcajadas recordando y reavivando todos los momentos de humor y vitalidad de pequeños vividos a piel de flor y que ahora se nos hacen entrañables. Anécdotas de amor, de juegos, viajes, escondites…todo lo propio de un mundo rural rico y entrañable, de personajes, lugares, tiempos, actos que están grabados a cincel de vida y de muerte, y que se hacen inolvidables. Pero que ahora se hacen vivos y nos cosquillean en el interior, queriendo recobrar con fuerza aquello que parecía olvidado. Mensajes y mensajes…. –algunos desde Tailandia, otros de Estados unidos, de todas las autonomías- no hay quien dé abasto, nos atropellamos, nos abrazamos, nos metemos unos con otros, pero con una delicadeza que nos vuelve a hacer únicos, sanando cansancios y agobios que también están de fondo pero que ahora, aunque queramos compartirlos en otro momento, no nos ganan la batalla.

También nos duele

Tan fuerte es recobrar un momento con ilusión, que algunos no lo resisten, les duele el momento, les pilla muy lejos desde su itinerario, o les rompe la ternura de lo que se expone y no lo aguantan pidiendo silencio y respeto, para poder elaborar su dolor y así, quizás, recuperarnos. Cómo nos gustaría a todos revivirlos, que la desnudez fuera transversal y a ninguno nos importara aparecer con nuestras debilidades y heridas, para entre todos poder ser curadas y sanadas, porque todos estamos llenos de cicatrices que pueden curar otras heridas. Algunos aún los estamos buscando.

Necesitamos abrazarnos y hacer el credo de nuestra vida

Pero aquella foto, sacramento de un momento, hoy nos devuelve a la desnudez primera, la de la ilusión trasparente y sencilla de la infancia, lo rural, lo humano, y queremos recogernos y recordarnos, volvernos a pasar por el corazón. Necesitamos abrazarnos, volver a hacer esa foto en el mismo lugar, homenajear a los que ya no están, compartirlo con todos los que quieran y que son nuestros, pero sobre todo compartir nuestras vidas y nuestros caminos, para poder confesar, que tras este largo recorrido de medio siglo, seguimos pensando que somos lo que sentimos y lo que queremos, no lo que tenemos. Que lo que podemos, sabemos o tenemos, no es nada comparado con la persona que somos y que hemos logrado desde nuestro mundo de relaciones. Necesitamos hacer nuestro credo de la vida, desde aquella ilusión hasta esta realidad, necesitamos confesarnos lo herido y lo sanado, la ganado y lo perdido, lo amado y lo fracasado, la fecundidad y la esterilidad, retormarnos en aquel punto de partida y volver a caminar juntos, después de dejar los esos disfraces que sólo tenían como fin ayudarnos a relacionarnos pero no eran nuestra identidad, eran instrumentos de camino, pero los caminantes éramos nosotros: profesiones, dinero, fama, casas, lujos, gozos… Necesitamos reunirnos y reencontrarnos para gritar fuerte que estamos seguros de una sola cosa: Que somos lo que amamos. Una sencilla foto nos ha revolucionado, nos está desnudando a todos, y el corazón se está poniendo a punto… ah el nombre del grupo es: “sesenta más o menos…” y es que estamos llegando, pero el corazón ahora mismo nos late como a los adolescentes y nos gusta.