Adviento muy triste, necesitamos Navidad

Pablo, joven universitario en Badajoz, desaparecido que encontramos muerto. Era un jo­ven lleno de po­si­bi­li­da­des y de cre­ci­mien­to per­so­nal en el es­tu­dio, en el en­cuen­tro y en las re­la­cio­nes. Y aho­ra to­da una fa­mi­lia es­tá ro­ta y san­gran­do por la des­apa­ri­ción de uno de los su­yos. Nuestras esperas acabaron en muerte, pero ahora nos queda la esperanza. Seguimos buscando la Estrella que ilumine y consuele en este duelo.

Pablo

Hace unos días Raúl estaba triste en clase, es amigo de Pablo Sierra, el joven desaparecido hace bastantes días en Badajoz. Compartieron años en la residencia de estudiantes y pasaban mucho tiempo juntos. No se explicaba lo que había podido ocurrir, pero no quería estar más en esa espera desesperada que compartía con los hermanos de Pablo, uno de ellos mellizo, y su familia, que estaban hospedados en un hotel cercano a la residencia de estudiantes. Deseaba que se resolviese esa situación de quebranto y ambigüedad, deseando lo mejor y sintiendo miedo a lo peor. No es lo mismo esperar esperanzados que desesperanzados, y cada día que pasaba se sentía más lejos la vuelta en la mejor de las posibilidades. Raúl me hablaba de mala suerte, de estar en el momento peor en el sitio más inoportuno, que le podía haber pasado a cualquiera. Sentía que Pablo se hubiera ido solo, aunque si hubieran ido dos, igual les hubiera pasado a los dos.

Y el viernes nos enteramos que ha pasado lo peor, Pablo ha sido hallado muerto. Ha ocurrido en una ciudad como la de Badajoz, donde esos casos casi no se dan nunca, pero ahora toca reflexionar y sacar lecciones de vida y de muerte. Por una parte, de vulnerabilidad, un joven agraciado en su familia, en sus estudios, en sus amistades… y en una mala noche desaparece de todas las vidas en un silencio total, en un mutismo desesperante. Y esto le podía haber pasado a cualquiera, todos somos vulnerables y estamos expuestos al dolor. Por lo mismo, todos necesitamos de todos, todos nos debemos protección y cuidado, la comunidad es nuestro horizonte para la vivencia de la vulnerabilidad, venga por donde venga, sea enfermedad, pandemia, agresión. Pronto, los creyentes veremos al niño Dios vulnerable y expuesto desde la mayor debilidad en lo humano. Nuestra oración por Pablo en estos días ha sido rezar desde la vulnerabilidad, en la confusión, en la angustia, en el temor ante lo peor, con el deseo de lo mejor, en tensión total. Ahora ya nos toca hacer duelo verdadero, fecundo, transformador. El duelo lleva la reflexión sobre el mal y sobre el bien, la vida y la muerte, juventud y futuro, valores y capacidad de amar o de odiar.

Junto a la vulnerabilidad la reflexión se centra en el valor de lo diario, de lo común, de la libertad gozada anónimamente que nos posibilitar ser y crecer, abrirnos y crear. Un joven lleno de posibilidades y de crecimiento personal en el estudio, en el encuentro, en las relaciones. Valorar la juventud como lugar de siembra y crecimiento, de momento vital único. La tensión y el miedo no puede destruir el gozo de lo nuevo y lo joven entre nosotros, estamos llamados al cuidado y no al miedo. Pero es verdad que lo joven se hace alegre y único cuando se solidariza y se compromete. Cuánta juventud vivida y gastada inútilmente, cuanto dolor en los jóvenes que viven sin ilusión y sin esperanza, sin futuro, adictos y esclavos de lo que tienen o disfrutan, sin más mirada de horizonte abierto y comprometido. El hecho de este joven reclama reflexión profunda de lo que vivimos y lo que somos, nada más lejos de nosotros ha de estar la tentación de pensar desde esta desgracia que no merece la pena lo que sí es válido y auténtico. Precisamente nos da rabia que se trunque lo que podía ser vida amada y entregada, realización de lo humano y de lo comunitario. Esta muerte ha de servir para sanar y salvar a los jóvenes que están perdidos y desorientados.

Y otra llamada fundante, el valor de la familia, nuestro joven no lo es en la soledad, sino inserto en un tronco amoroso, el de su padre y su madre, en la vinculación con esas ramas tan idénticas las de sus hermanos, más en el caso del mellizo. Toda una familia rota y sangrando por la desaparición de uno de los suyos, valor absoluto de un vínculo que si alguno quisiera ponerle precio se haría despreciable para siempre. Cómo valorar y cuidar el seno familiar en el que somos nosotros de la forma más original y única. Tres palabras sagradas y propias para una lectura de adviento triste pero real: vulnerabilidad, juventud y familia. Razones para la esperanza de lo verdadero, razones para creer y esperar un sentido frente a esta muerte, razones también para sufrir juntos y aliviarnos en el consuelo de que la tristeza que tenemos es por los valores que amamos, por eso que va a hacer que este hecho de vida, aunque se haya resuelto en dolor de muerte y ausencia, no será en vano para todos nosotros. Pablo está desparecido y ahora ya para siempre por su muerte, Badajoz esta en tristeza sin renunciar a la esperanza y a la vida, de que esta muerte no sea inútil. Y todos reflexionando, muchos orando y buscando sacar vida de esta situación de oscuridad y muerte. Nos duele el mal porque hay mucho bien en todos nosotros, los que deseamos el reencuentro y la vida, la luz y la riqueza de la libertad cotidiana y joven. Pablo, tú hoy eres un signo para nuestra vida, oramos y queremos que tu cruz no sea inútil. Ojalá nuestra esperanza de adviento hubiera sido sin tristeza y las luces de la Navidad pudieran haber tenido todo el brillo que deseamos. Ahora solo podemos mirar al cielo y buscar tu estrella.