Volver a la casa común

Los pasos de una conversión sincera

No podremos experimentar la verdadera conversión hasta que lleguemos a la auténtica contemplación del corazón del padre. Sólo se nos pide silencio y apertura a los sentimientos y emociones de esa figura paterna de la historia que está con entrañas activas maternas ante la humanidad amada, ahora herida por la guerra fratricida e inhumana.

Dios es el sujeto donante y generoso, el que no se guarda nada para sí y arriesga poniendo en nuestras manos lo que es suyo; el que mira con temor nuestra huida sin norte, pero no deja asomarse con corazón ardiente cada día al horizonte para ver si nos recobra para la salud.

Él es quien no ceja en su empeño de buscarnos porque desea el encuentro que se hace abrazo frente al juicio, caricia frente al castigo, fiesta frente a la tristeza, vida frente a la muerte; el que es capaz de amar sin exclusión y salir de la fiesta para que entre el hermano mayor y también sane su corazón, herido en el solo cumplimiento;

Dios es el padre que se pierde amando y muestra su autoridad con el perdón liberador que constituye nuestro yo en el nombramiento perpetuo de “hijo amado”. Hoy podemos volver a la alegría del Padre en su perdón sin límites.

Y podemos hacerlo por los caminos de una conversión sincera ante su gracia y su amor gratuito de perdón total, por los pasos sencillos que está reclamando un modo de vivir nuevo frente a la violencia de un mundo roto y perdido en guerras sangrientas que matan la paz y nos adentran en el miedo fruto del pecado y de la muerte. Hoy es el momento para emprender el camino de vuelta por los pasos de una cuaresma en el orden comunitario por este seguimiento de Cristo que nos abre a la fraternidad verdadera con toda la realidad:

–              Recuperar el verdadero sentido de origen en nuestro ser criaturas con principio y fundamento, a nuestro verdadero ser descubierto en un yo, liberado del ego, que posibilita el reconocimiento de que he crecido en un nosotros al que no debo renunciar nunca, sino alimentar y cuidar como lugar de verdadera identidad. Soy de los otros y con los otros.

–              El reto de la sociedad hoy pasa por la conversión a lo comunitario, nuestra sociedad está enferma de progreso y tecnología en clave de éxito competitivo sino conexión con lo humano y lo fraternal. Volver a reconstruir los lazos de lo humano en toda la realidad económica, social y política es cuestión de urgencia. Los cristianos, tocados por la sangre de Cristo, estamos llamados a ser testigos de alianzas realizadas de la esperanza de una alianza sellada con eternidad por la entrega del hombre Jesús en la cruz, que se adentra en el corazón del Padre inaugurando una humanidad nueva. Creemos que lo humano se realiza en lo comunitario.

–              Conversión a la austeridad felicitante. Hay un modo de vivir en libertad, que pasa por saber distinguir lo que es necesidad, deseo y capricho. La necesidad cubierta de toda la humanidad será factor de humanismo pacífico y equitativo, pero eso sólo será posible por la vida de la entrega de caprichos que generan injusticia y desigualdad. Hoy la humanidad necesita la liberación del capricho para conquistar la alegría de la fraternidad. Este camino lo será de encuentro con la naturaleza, de cuidado de la casa común que se hará habitable para todos y nos mostrará su generosidad de un modo nuevo. La ecología integral es llamada urgente a la conversión para lo humano y el gozo de lo divino.

–              Recuperar un sentido nuevo del tiempo. Saber reconocer que la vida es la existencia colmada, llena de sentir, de emoción, de gozo y de luz. El tiempo es lugar para la vida, pero queda agotado y sometido cuando la rapidación impide lo profundo, lo verdadero, lo auténtico. Un mundo de mercado, económico, social de prisas arrolladoras son la actualización del faraón y de la esclavitud. Dios quiere bajar a liberarnos, a recuperar el verdadero valor del tiempo en la clave de una historia que lo es de salvación y de vida. Humanizar el tiempo es el reto de una revolución que hoy se hace necesaria. La cuaresma es una llamada a vivir el tiempo de un modo nuevo, como “señores del sábado”.