Ante el suicidio del niño Diego

CONSOLAR AL TRISTE

En este valle de lágrimas…

Las pérdidas producen dolor y son multitudes de humanos los que día a día necesitan hacer duelo en su tristeza. La pérdida de un ser querido, o del empleo y la vivienda, la enfermedad propia o de otros, la ruptura de pareja, perder el trabajo, los problemas de los hijos, el ser mayores, verse obligado a cambiar de lugar de residencia o país, son cambios drásticos, situaciones de pérdidas que, vividas de manera prolongada en el tiempo, crean situaciones personales y familiares de sufrimiento, desesperanza, preocupación, incertidumbre. La tristeza, animada por estas situaciones, se apodera personal y socialmente de nuestro mundo, y son muchos los que llegan a sentirse desprotegidos y llegan a experimentar la depresión y el vacío existencial. Recientemente nos ha conmocionado la carta de un niño de once años que ante el sufrimiento y el dolor que sufría en su colegio decidió terminar con su vida. Son muchos los que sufren tristeza también por situaciones de bajo autoestima, de falta de aceptación de sus propias personas, les duele como son. Son muchos los duelos humanos.

Nuestra sociedad está enferma de tristeza unida a la falta de estima y ánimo. Se aprecia un incremento de casos de personas con problemas de salud mental, aumentando el número de personas afectadas por ansiedad y depresión. El consumo de antidepresivos se ha triplicado en España en los últimos cinco años y representa el 47% del gasto farmacéutico en salud mental.

La sacralidad del dolor

Ante la debilidad de las expectativas, el desánimo, el debilitamiento de la confianza, de la identidad y de la autoestima de tantas personas, nos preguntamos: ¿qué pasa en nosotros con el dolor del otro, con todos los duelos humanos? Nos parece que la persona que sufre, que vive en un espacio lleno de fragilidad, de vulnerabilidad, de necesidad y de posibilidades, de proyectos frustrados y de esperanzas nuevas, sumido en la tristeza, para nosotros es un espacio sagrado, en el que hay que entrar despacio y con sumo respeto a la persona, a su dignidad, a lo que vive, a lo que siente…Jesús de Nazaret lo expresaba con ardor y amor: «Venid a mí todos los que estáis cansados y agobiados, y yo os aliviaré. Cargad con mi yugo y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis vuestro descanso. Porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera.»

Seamos paños de lágrimas

Acompañar en el sufrimiento y en el dolor es tarea de trascendencia. Nuestra tarea es ser alentadores, anunciadores de esperanza. Esto implica la firme decisión de compartir nuestro tiempo, nuestra escucha, nuestros bienes materiales, económicos, humanos y espirituales con los más necesitados. Es el momento de intensificar otro tipo de relaciones basadas en la compasión; escuchar y acompañar en el dolor, dejarnos tocar por la vida y las historias de las personas, sabiendo que esto es lo que les ayudará a ponerse en pie, y buscar las soluciones o emprender las acciones necesarias para resolver sus problemas.
En estos momentos, es preciso contar con un ambiente familiar estructurado, con redes de apoyo y tener vínculos relacionales fuertes y sólidos. Además, es esencial priorizar la proximidad de las personas y de las comunidades, la escucha, la cercanía y la acogida humanizadora.
El Papa Francisco nos está recordando a los cristianos, ahora y más que nunca, hemos de ser testigos de esperanza y militantes de la alegría; eso habrá de hacerse palpable en nuestros encuentros, celebraciones, liturgia.
¿Qué podemos hacer para consolar?

– El quehacer compasivo habrá de atender a distintas dimensiones y posibilidades para consolar a los que sufren la tristeza:
– A nivel personal: dejarse afectar por las realidades sufrientes y tristes de los que están a nuestro alrededor: familia, trabajo, vecinos, amigos, parroquia. Acoger, escuchar y ayudar, dentro de nuestras posibilidades.

– Construcción de la comunidad que acoge, consuela, anima, acompaña, inserta y alegra. Participar en Grupos de vida cristiana, vida ascendente, de parejas jóvenes, de Cáritas, asociaciones de tipo humanitario y de voluntariado.

-Conocer y colaborar con iniciativas que pueden dar una ayuda más estructural a los que sufren: Centro de Escucha Guadalupe, Asociación “Por ellos”, Teléfono de la esperanza, Cruz Roja…

-Promoción personal, tanto nuestra como de los demás, actuando con pedagogías y proyectos que incorporan, dignifican y hacen protagonistas a las personas de sus propias vidas e historias. Animar a vivir con un estilo de vida más sencillo, comunicativo, dialogante, cercano.

-Colaborar para que nuestras celebraciones y encuentros sociales, lúdicos, religiosos…sean signo de la esperanza y la militancia de la alegría.

José Moreno Losada.