“El Principito”, carta de amor arrepentido
En una entrevista de la agencia ZENIT a José Pedro Manglano, este escritor y sacerdote comenta para qué se escribió “El Principito”:
«Por este motivo [en mi libro “El libro del matrimonio”. Ed. Planeta, 2010] he afrontado el tema [de que no hay libertad sin compromiso], de acuerdo con el método de El caso, en diálogo con Antoine de Saint-Exupéry y su mujer Consuelo. Son dos personas ‘libertinas’ que esperan en la felicidad que les proporcionará la independencia y autonomía. Saint-Exupéry, como el Principito creado por él, viaja por distintos planetas deseoso de una vida nada encorsetada; conoce otras tantas rosas iguales a la suya… Consuelo, también de planteamientos libertinos, sufre por las ausencias de su marido y las relaciones que mantiene con sus amantes.
Al final Saint-Exupéry descubre una gran verdad: su rosa es única, ninguna tiene valor sino aquella a la que se ha entregado; solo quien está domesticado encuentra sentido a su existencia; es entonces cuando el zorro le enseña que domesticar es establecer lazos, crear vínculos. Muchos no saben que El Principito es una carta de amor de Antoine a su mujer, movida por un profundo arrepentimiento».
O sea, “El Principito” es una carta de amor arrepentido de Saint-Exupéry a su mujer. A cuánto puede llevar el arrepentimiento: dosis de creatividad, buscar el fundamento, optar por lo esencial, cambiar, “reparar”, para mirar lo esencial con el corazón.
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