Confidencias

gaviotaEsta tarde de domingo, tarde crepuscular, cuando el sol se iba perdiendo en el lejano horizonte, allende el mar, me he dado un reconfortante paseo por el parque natural de San Fernando (Cádiz). Iba rodeando el mar, caminando por un camino entre esteros que penetraban en la tierra, ablandando el fondo de barro, enmarcado por plantas salvajes que olían a verde y a salitre. A horas más tempranas suele haber un revolotear de plumas, de las gaviotas y albatros que visitan el paraje con un estruendo de gritos característicos y aburridos. La luna estaba ya vigilante en el firmamento azul-gris, y un lucero vespertino le hablaba de amores, a una corta distancia (distancia sideral). Y en mi caminar, cuajado de pensamientos, me encontré con Dios. Sí, Dios se me hizo el encontradizo, con la sorpresa que siempre causa el Padre Todopoderoso y tierno. Era la ocasión de hacerle una entrevista, y la aproveché. Nunca le había hecho una entrevista a Dios Padre. Él se prestaba y yo no desaproveché la ocasión para hacerle las preguntas que rondan por la mente de mucha gente, y a veces por la mía.

–         Gracias Padre por hacerte presente a mi vera.

–         Yo siempre lo estoy. Eres tú quien no lo percibes, porque llevas otros pensamientos que oscurecen mi presencia.

–         ¿Por qué – le pregunté- siempre te representan los artistas como un anciano con una luenga  barba blanca, y con aspecto de anciano? ¿De verdad eres un anciano?

–         Nadie hay más joven que yo. Muchos creen que porque soy eterno, soy viejo. Pero están equivocados; nadie hay más joven que yo. Yo soy un eterno presente. ¿Lo entiendes?

–         Quisiera entenderlo. Pero me fío de tu sabia palabra. Quiero hacerte unas preguntas más comprometidas, ¿vale?

–         Estoy dispuesto a contestarte a todas, aún a riesgo de que muchas contestaciones no las entiendas. No eres Dios.

–         Vamos a ello, y correré ese riesgo. Dice mucha gente que tú enviaste a Jesús al mundo, para que muriese en la cruz por nosotros. ¿Es posible?

–         Hay quien lo dice, ciertamente; incluso gentes de iglesia y gente con cierto prestigio y poder dentro de ella. Y es posible que lo sigan diciendo: liturgistas, algún teólogo chapado a la antigua (que los hay), incluso Papas. Nadie está libre de error; solo los sencillos de corazón. ¿Cómo es posible que a mi Hijo más querido, “el predilecto”, le voy a desear ese tormento? ¡Qué poco me conocen algunos!

–         Pero hay afirmaciones que vienen en el Evangelio (Palabra de Dios) y que me cuesta digerir. Jesús, ese Hijo tan querido, te pidió en el huerto de los Olivos que no llegase a ocurrir lo que se imaginaba y veía venir:”Padre, que pase de mí este cáliz”. Parece que no le hiciste mucho caso, porque fue prendido y ajusticiado.

–         ¡Qué romos sois de vez en cuando! Ya lo creo que le hice caso. Si solo me hubiera pedido eso, no te quepa la menor duda de que le hubiera escuchado. Pero me pidió, además, otra cosa, y con más fuerza. Y yo lo atendí. También dijo:”Padre, que no se haga mi voluntad, sino la tuya”. Lo escuché porque sabía que su voluntad coincidía plenamente con la mía. Y no me lo reprochó.

–         Hay más, y más duro. En la cruz, ya en los estertores de la muerte y en el culmen del dolor, pronunció estas inexplicables palabras: “Padre, ¿por qué me has abandonado? ¿De verdad lo abandonaste en ese momento de soledad suprema y de dolor?

–         Yo no soy un tirano (aunque algunas gentes me creen así en ciertos momentos de desgracia). No, no lo abandoné nunca. De mí sacó las fuerzas para acabar dando un grito y diciendo:”Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Sabía que lo dejaba en buenas manos; y por eso pudo morir susurrando:”Todo se ha cumplido”.

–         Hay algo que me llena de tristeza, y deseo saber tu opinión. Conozco personas que se glorían de no reconocer tu existencia. Son los que se llaman ateos (sin Dios); ¿es verdad que no te reconocen, al menos como un ser superior, como creador, como Dios?

–         Sí, eso dicen. Hay algunos de ellos que viven como si yo no existiese, porque no les interesa; porque prefieren montar su vida a su antojo. Yo pongo unas normas, pero ellos son a-normales. Otros son ciegos y sordos de nacimiento. No ven las maravillas que he hecho: no quieren (o no saben) ver la naturaleza. ¿Acaso piensan que se ha hecho  ella sola? No oyen porque sus oídos están llenos de ruido. Ignoran el murmullo del agua en los riachuelos, el canto de los pájaros, el estruendo de la tormenta… ¿Quién está detrás de esa maravilla? Ni se lo preguntan. Ellos pierden. Y finalmente los hay que son ateos porque nunca les han hablado de mí. Estos últimos también me dan pena a mí.

–         Tienes palabras y respuestas para todo, Señor. Por ahora lo voy entendiendo.

–         No tengo palabras. Tengo “verdad”. Soy la Verdad, además de ser el Camino y la Vida. Ya lo dijo mi Hijo, y lo tenéis en el Evangelio.

–         Todavía me quedan algunas preguntas. Se las hace la gente, y más los sencillos. ¿Cómo es posible que siendo nuestro Padre, permites las guerras, la muerte de los inocentes, las enfermedades dolorosas y crueles, el hambre en el tercer mundo, el terrorismo, y la muerte temprana de un hijo?

–         Esa es la pregunta que os hacéis continuamente. Y es difícil de contestar, porque es difícil que estéis dispuestos a entender la respuesta. Os falta fe, es decir, confianza plena en mí, en mi bondad, en mi misericordia, en mi amor hacia vosotros, a pesar de haberos enviado al mundo a mi Hijo. A veces apeláis al misterio de Dios, imposible de sondear. Y no os falta razón. Pero, sobre todo, quisierais enmendarme la plana, como si fueseis diosecillos deseosos de juzgarme.

No os fiáis. Sois demasiado orgullosos y demasiado poseídos de vuestra razón. Lo único que puedo aseguraros (Palabra de Dios) es que siempre hago lo mejor para vosotros. Y desde luego no me achaquéis los desastres que vosotros mismos creáis. Has citado guerras, terrorismo, hambre en el mundo, etc. Sed honestos, y pensad quién crea esas situaciones.

-Señor, no acabo de entenderlo del todo. No obstante, acepto tu punto de vista. Pero me da la impresión que muchos tampoco lo van a entender, y bastantes no lo aceptarán. ¿Puedes comprenderlo?

– Lo puedo entender. Os conozco porque os he creado, y sé hasta dónde llega vuestro entendimiento.

– Gracias, Padre, por ser tan comprensivo; por ser nuestro Padre, y por ser un gran misterio.

Se había hecho de noche. Mis ojos caminaban entre tinieblas, pero mi corazón rebosaba de gozo. Había conversado con Dios.

La luna, en cuarto menguante, se bañaba en el mar junto al lucero. Algunas estrellas también se zambullían, tímidas, en la negrura de las aguas, después de unos días ocultas por densos nubarrones. Y aunque Dios parecía no tener prisa, yo si la tenía, porque debía regresar a casa.

La entrevista había terminado, pero tenía la sensación de que Alguien, en silencio, caminaba a mi lado.

                                                                                                      Félix González

14 Responses to “Confidencias”

  1. Félix, sacerdote como nunca.
    ¿Cómo va a hablarte Dios en cuarto menguante?
    Fíjate bien, estamos en cuarto creciente, la luna se pone después de hacerlo el sol.
    Además, en presencia de Dios solo podemos ser ‘crecientes’. El cosmos no desentona.

  2. ¡Qué luna más traviesa!
    Después de entrevistar a Dios, el corazón no cabe en sí de gozo, e incluso el mejor astrónomo podría percibir que la luna se encuentra en otra fase.

  3. Susana: Eres tremendamente perspicaz. Ciertamente la luna está en cuarto menguante. Sev e que iba tan embelesado que hasta la luna me pareció más creciente. En lo que no llevas razón es en lo de que la luna sale siempre cuando se apaga el sol; no siempre. Incljuso en pleno día, al atardecer ,se la ve de vez en cuando , aunque el sol no se haya ocultado del todo. ¿Cómo te fijas en esas nimiedades ante una entrevista con Dios? Me has dejado chafado. Pero así me fijaré en esos detalles nimios para otra vez que hable con Dios.

  4. Ruth, veo que la luna os ha llamado más la atención que la entrevista. ¡Vaya por Dios! Yo que quería hacer “teología descriptiva”, y la fase lunar me ha traicionado. Gracias por leerme. ¿Cómo va el estudio? Cuéntame. Un abrazo.

  5. Verdaderamente no es lo tuyo las fases de la luna. Si lo lees despacio entenderás como he descrito el cuarto creciente.
    Pero lo importante, por eso te llamé: “sacerdote como nunca”, es tu entrada en la instancias de Dios, el acercamiento que haces a su pensamiento, y la sensibilidad y escucha con la que desgranas su amor a nosotros.
    “No os fiáis.”, nos cuentas de su parte. Es el núcleo adonde conduce tu reflexión. Porque es, en ese punto, donde se encuentran la línea de su Plan y la línea de nuestra vida. Él es la expandida confianza que busca ser aceptada en cada circunstancia vital.
    ¡Qué bien sondeas a Dios!
    ¡Cuánto te has fiado de Él!
    ¡Con cuánto amor nos lo muestras!
    Estas atento a la recomendación: “Sed mis testigos” (Hechos 1, 8)

  6. (Hechos 1, 8), el emoticón se ha puesto solo.
    A Pilar le pasó el otro día lo mismo.

  7. Susana: el moticón, graciosísimo. Se ha colado sin permiso. Así es la tecnología. Por otra parte, muchas gracias por todas tus paabras. Gracias, gracias, gracias

  8. Ya ves, Félix, estoy como aquel al que le señalan la luna y se queda mirando el dedo.
    Por supuesto que me ha gustado la entrevista. En ella el Padre y su hijo adulto comparten preocupaciones, en cercanía y confianza, para que la comprensión permita aunar esfuerzos y trabajar por la buena marcha de la empresa familiar.
    Gracias por publicar la entrevista, haciéndonos partícipes de tan profunda intimidad.

  9. Yo también aprovecho y doy las gracias.
    Además, para la difícil respuesta a las últimas preguntas que planteas a Dios, copio este enlace que me parece muy válido:
    http://www.mercaba.org/FICHAS/DIOS/oye_dios_por_que_sufrimos.htm

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