Corazones en red

Así me contaron de primera mano, y así lo cuento. En una Diócesis española, durante una de las reuniones que tienen los sacerdotes, el Vicario episcopal les comunicó que en adelante los niños que están en edad escolar y no están bautizados, no podrán ser bautizados por su párroco u otro sacerdote de la parroquia. Deberán ser bautizados por el Obispo o en su defecto, por el Vicario episcopal.  La sorpresa de dicha decisión fue una sorpresa cuajada de extrañeza.

Uno de los sacerdotes, con sentido común, preguntó cuál era la razón de tal decisión. La única respuesta conseguida fue que lo había mandado el Obispo. Y punto. Ninguna razón pastoral, ninguna explicación. (¿) Por tanto nadie sabe a qué se debe tal cambio, que al parecer no tiene sentido, ya que el párroco pude bautizar a sus feligreses (niños, jóvenes y adultos) sin permiso expreso del Obispo del de su Vicario ¿Es manera de actuar?

El “Derecho Canónico” (que es la ley de la Iglesia) dice así, en el artículo 530:”Son funciones que se encomiendan especialmente al párroco las siguientes:                         1.-La administración del bautismo.  

Y añade otras muchas funciones que no hacen al caso. Pero en el Canon 861 del mismo Derecho Canónico se dice:”Quedando en vigor lo que prescribe el canon 530, nº 1, es ministro ordinario del bautismo, el Obispo, el sacerdote y el diácono”.

Si el Obispo de esa diócesis viera alguna razón pastoral para quitar ese derecho a los párrocos, debería dar las razones que le mueven a hacerlo. Creo que no vale el “porque yo lo mando”.

Por otra parte, considero que  en la práctica va resultar muy difícil llevar a cabo esa decisión, ya que cada vez son más los niños, en edad escolar, que se preparan para la Primera Comunión y no están todavía bautizados. Y en una diócesis puede ser un número muy elevado entre todas las parroquias de la misma.

Cuando las cosas se hablan, se razonan, se dialogan; cuando se informa a los adultos como adultos, y como parte de la Iglesia, se trabaja con más sentido. Hoy día no se puede sostener lo que un tiempo se llamó la “obediencia ciega”. La obediencia debe ser dialogada porque afecta a dos partes: al que manda o propone, y al que acepta. Ya ni siquiera a los niños se les manda nada sin dialogarlo y sin darles la razón o conveniencia de lo que se manda. ¿Somos personas o somos fichas?

                                                                                                               Félix González

Tags: Félix G.L., Reflexiones // 5 Comments »