Un nuevo año (2012)
Un año más o un año menos. Depende desde el punto de vista que se considere. Las dos cosas son verdad. Y cada uno lo asume a su manera. Un año más que nos acerca al cielo (a la Vida con mayúscula), o un año más que nos resta de vida (con minúscula).
Una de las frases que más se repiten en fechas muy señaladas (Navidad, cumpleaños, día primero de año…), sobre todo entre personas que ya hemos vivido unos cuantos años (no así los jóvenes), es esta:”¡Hay que ver cómo pasan los años, cada vez más deprisa!”. Y debe ser cierto, aunque todos tengan la misma duración (los 365 días, más o menos). Cuando uno es joven, el futuro se vislumbra lejano; cuando van pasando los años, el futuro se aproxima cada vez más. Esa es la sensación.
Más deprisa o más despacio, lo importante es vivir bien los años, los meses, las semanas, los días, las horas… cada minuto o segundo de las horas. Existe una locución latina (“carpe diem”) que literalmente viene a significar “aprovecha el día”, es decir, “aprovecha el momento presente, no lo malgastes”. Pertenece al romano Horacio, en su obra: “Odas”. Se podría entender, también, en estos términos: “No dejes para mañana, lo que puedas hacer hoy”.
Es un tema recurrente en la literatura universal, como una exhortación a no dejar pasar el tiempo que se nos ha brindado, malgastándolo. Cobra especial importancia en el renacimiento, en el barroco y en el romanticismo.
“Este tópico respecto a las diferentes épocas literarias ha ido variando en la forma de entenderlo. Durante el periodo de la Edad Media era entendido como: “vive el momento porque vas a morir pronto”. Posteriormente, durante el Renacimiento, los ideales de belleza y perfección hicieron entenderlo de la siguiente forma: “vive el momento porque vas a envejecer pronto”. Finalmente en la época Barroca este tema se volvió a interpretar de la misma forma que en la Edad Media, pero con bastante más intensidad en cuanto a la muerte”.
Sea lo que sea y cómo se haya interpretado en otros tiempos históricos, lo importante es que se nos ha dado la gracia de un tiempo, más o menos largo o corto, y hay que aprovecharlo. Es el denario de la parábola y debemos hacerlo fructificar, para poder entregar lo ganado, a su debido tiempo.
Se suele decir, con miras comerciales, que el tiempo es oro. Los creyentes debemos decir que el tiempo es gracia, porque Dios sigue derramándola a raudales. El tiempo es lo que tenemos para demostrar a Dios y a nuestros hermanos todo nuestro amor. Después se acabará el tiempo, y vendrá la eternidad. Allí ese amor estará garantizado, porque, como dice san Juan:”Dios es amor”.
Félix González
“…un día para el Señor es como mil años, y mil años como un día.” (2 Pedro 3:8)
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Si nos paramos a pensar, en el instante no cabe nada, solo nuestra existencia desnortada. Si nos detenemos, y aceptamos y abrimos nuestro ‘no entender’ acuden palabras como las de “yo estaré con vosotros…” “¿A quién acudiremos si solo tú tienes palabras de vida aterna” “Si tuvieras fe como un grano de mostaza…” que van cayendo lentas y hermosas como los copos de nieve.
En el instante desnudo nos desvanecemos y se va trasluciendo que “Él sostiene el universo con su palabra poderosa” (Heb 1,3).
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