Corazones en red

Un trampolín es para mirar y lanzarse hacia adelante, aunque sea de espaldas, siempre es hacia adelante. El sofá, por el contrario, es para quedarse relajado, descansando, contemplando la TV, leyendo un libro, o dormitando, pero inmóvil.

Traigo a cuento esta metáfora, pensando en el pontificado del Papa Francisco. No se ha sentado en el sofá a revivir el pasado, de momento, no se ha instalado en el pasado. Se ha subido al trampolín para lanzarse hacia adelante.

La Iglesia lleva mucho tiempo adormecida en el sofá, viviendo de las rentas; unas rentas que hoy no sirven, que no dan mucho de sí. Y cuando uno deja de moverse, corre el peligro de anquilosarse. A la Iglesia la cuesta caminar. Necesita que alguien, algunos, todos, le den un buen empujón hacia adelante.

Parece ser que el nuevo Papa, puede ser ese “alguien” que la ponga en marcha. De momento, los indicios son esperanzadores. Parece que se ha subido al trampolín.

Es verdad que todavía son gestos, pero gestos muy significativos de un nuevo estilo.

Algunos, más exigentes y menos prudentes, quisieran que ya Francisco hubiera empezado (y terminado) a remodelar la curia vaticana, y un sinfín de cosas. Pero la prudencia es una de las virtudes más importantes cuando se gobierna. Demos tiempo al tiempo. No se trata de correr los cien metros; se trata de una carrera de fondo. Y hay que dosificar los tiempos y las fuerzas. “De nada sigue correr mucho, si vamos por la carretera equivocada”.

El nuevo Papa ha preferido instalarse en la residencia que hay en los terrenos del Vaticano, llamada Santa Marta, donde viven otros muchos sacerdotes. No ha querido instalarse en las suntuosas y amplias habitaciones del Vaticano. Allí se trasladar´ña para recibir a los jefes de Estado y las distintas delegaciones.

¿Es sólo un detalle, un gesto? Sí, pero marca un nuevo estilo. Un estilo de mayor sencillez y austeridad. Un estilo de normalidad, frente al boato y la parafernalia vaticana. Creo que ha empezado a correr por la carretera adecuada. La velocidad que pueda coger, no sólo dependerá de él. Muchos echarán el freno. Pero si el conductor se empeña, acabará consiguiendo la velocidad adecuada.

La Iglesia, como toda institución, por ser, también, humana, ha tenido a lo largo del tiempo, épocas más gloriosas, más valientes, más en conformidad con lo que la evangelización del mundo necesitaba. Y ha tenido, igualmente, épocas más opacas, de menos luz para el mundo. Ha dormitado en el sofá.

¿Será la época de Francisco una de esas épocas clarividentes, que despierten nuevamente el entusiasmo, y fortalezca la ilusión de ser cristiano? Así lo espero.

                                                                                                  Félix González

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