Corazones en red

A mucha gente, católica y no tanto,  la manera de actuar de los papas les traía sin cuidado, ya que no influía en su conducta personal. Y no pocas veces eran criticadas sus actuaciones, incluso sin conocimiento suficiente de causa.

Desde que llegó Francisco al papado, la influencia papal, ha subido muchos enteros. Sus maneras de hablar, de actuar, de escribir, no dejan indiferentes a la mayoría. Casi todo es bien visto, para casi todos (aunque siempre hay quien ve negro, lo que es claro. Ya dijo alguien que “todo es del color del cristal con que se mira”. Y algunos miran todo con gafas ahumadas.

Hay bastantes gentes que han vuelto a simpatizar un poco más con la Iglesia, a través de Francisco. Incluso, hay quien ha vuelto a redescubrir una buena parte del Evangelio; también a través de Francisco. Eso es lo que yo llamo mediación. Por medio de este Papa, se están logrando ciertas cosas y ciertos acercamientos, que antes no se daban.

Y yo me pregunto ¿es que ahora el Evangelio es distinto, o es nuevo?  No, el evangelio no ha cambiado. Pero hay alguien que lo pone en práctica; y ese alguien está en la cima, por lo que todos lo ven. Y sirve de recordatorio a todos aquellos que lo habían olvidado, o no lo habían descubierto.

Se está viviendo en la Iglesia, y un poco en gran parte del mundo, un nuevo amanecer.  Me recuerdan las palabras del profeta Isaías (9, 2…): “El pueblo que caminaba en tinieblas vio una luz grande; habitaban tierras de sombras, y una luz les brilló”.

Pero, ¡ojo!  El peligro puede acechar por cualquier lado. Hay gente que está pendiente constantemente del Papa y de su manera de hacer y decir.  Y no deja de ser peligroso, poner tanto en la actuación de alguien, aunque sea el Papa. Si un día fallase o no nos gustase tanto su actuación en algo muy concreto, podría venirse abajo el sombrajo. ¡Cuidado con la papolatría!

Demos gracias a Dios por este hombre que ha dado a la Iglesia en estos momentos. Pero no olvidemos que es hombre; y no olvidemos, tampoco, que el Evangelio sigue estando ahí, con Francisco y sin él.

Félix González

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