Corazones en red

 (Dichosos los que creen sin haber visto)

El evangelio nos ha presentado a un Tomás incrédulo a reconocer que Jesús había resucitado, como le testimonian sus compañeros. Es algo que no esperaba, y por tanto se resiste a creer. Necesita ver, comprobar, tocar: “Si no meto mi mano en el costado y mis dedos en los agujeros de los clavos, no creo”.

Y Jesús le va a dar la oportunidad de comprobarlo para que crea. Y el incrédulo, cree. Pero antes ha tenido que ver y tocar.

Ninguno de los actuales cristianos hemos tocado las llagas de Jesús, y sin embargo creemos. Porque la fe no es evidencia. No es fruto de una demostración, que no existe. Se cree o no se cree, por la misericordia del Señor, y porque nos fiamos de él. Pero no porque se pueda demostrar, como se demuestra un teorema matemático.

La fe es gratuita, aunque hay que aceptarla con humildad. Es un regalo de Dios, que tenemos que querer aceptar. Y es un gran misterio el hecho de que unos la reciban y otros, no. ¿Por qué unos sí, y otros, sin menos méritos, no?

Pero ¿qué es la fe en Dios, en Jesucristo?  Fundamental y principalmente, es “fiarse de Dios, fiarse de Jesús”. Luego, será también aceptar las enseñanzas del Credo y otras verdades. Pero eso será en segundo lugar. Y uno demuestra su fe, cuando muestra que se fía de la misericordia, de la bondad, de la compasión de Dios, porque es Padre (acto de fe en las palabras de Jesús).

Hay personas que dicen que tienen mucha fe, pero desconfían de Dios, de que sea justo, de que nos quiere, de que nos escucha, de que se preocupa de nosotros. Eso es carecer de fe.

Lo mismo pasa con aquellos que dicen que creen en Dios, pero en un dios que nada tiene que ver con lo que Jesús nos dijo de él. Un dios hecho y querido a nuestro gusto, no es Dios. Por eso es muy importante llegar a formarnos una idea de Dios que responda al Evangelio.

Félix González

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