El “Día de los Abuelos”, en el Vaticano
La noticia llegaba en la prensa con la imagen de Benedicto XVI (abuelo sin nietos) abrazando y saludándose con el (también abuelo, pero menos) Papa Francisco. Una escena cálida, gratificante y emotiva.
En la gran explanada del Vaticano se congregaban, al mismo tiempo, miles de abuelos de distinto lugares. Era su día, y había que festejarlo.
El hecho de que el papa dimisionario se encontrase entre los más de 40.000 ancianos, es significativo y hermoso. Él es un abuelo más, y así quiso demostrarlo. Precisamente sus muchos años (unidos a su delicada salud) fueron las causas de su dimisión, caso insólito y poco esperado; pero ejemplar, como ejemplar está siendo su retiro.
En esta gran concentración de años y de experiencia acumulada, el Papa Francisco ha hablado de las casas de acogida de los mayores (residencias). Y ha dicho que deben ser como casas (hogares), nunca cárceles.
El Papa no lo ha dicho, pero habría que añadir algo sobre los abuelos que no están en residencias, sino que permanecen en las casas.
Muchas veces, también son cárceles, o se les obliga, de alguna forma a “trabajos forzados”. Y entiéndanme, por favor, esto último. Hablo en sentido figurado. Hay abuelos que se ven obligados a atender y estar tan pendientes de los nietos, que pierden la libertad, y son esclavos. Y lo que podría ser motivo de gozo y causa de rejuvenecimiento, se convierte en una ocupación demasiado pesada: colegio, comidas, ratos de ocio… Casi sin descanso, sin tener en cuenta la edad y los achaques.
Permítaseme la expresión, pero muchos abuelos, se convierten, a su pesar, pero sin poderlo remediar, en “chico para todo”.
Ciertamente, hay abuelos que pueden llevarlo con garbo por su buena salud, y su espíritu joven. Pero no todos están en las mismas condiciones.
Es una buena idea celebrar el “día del abuelo”, para festejarlos, y para reconocer y agradecer sus servicios, su papel importante en la sociedad (aunque no reconocidos ni valorados) y su sabiduría, fruto de la gran experiencia de los años vividos. El actual Papa, lo ha entendido bien.
Félix González López
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