” Las monjas y las encinas”

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FELI, RELIGIOSA DE PLATINO

Recuerdo que era diciembre y lucía el sol en medio del invierno extremeño, el domingo se había vestido de fiesta especial y alumbraba de un modo único en un pueblecito pacense, en Gévora y más especialmente en la capilla de la comunidad de la casa de oración de Ntra. Sra. De Guadalupe. La comunidad era muy sencilla pero de una riqueza incalculable, estaban Feli, junto a sus hermanas de congregación, Ana Mari, Goita, Lili, Josefa y Juanita.

Estaban también sus sobrinos y sobrinos-nietos, algunas amigas del pueblo y la casa y unos sacerdotes que la conocían. Nos reuníamos porque Feli celebraba sus setenta y cinco años de vida consagrada en la congregación de las Esclavas de Cristo Rey. ¡Monja de platino¡

Atendiendo a la vida y a la persona de esta religiosa enjuta y firme en su vocación, y teniendo presente a todas las monjas que día a día dan la vida en la sociedad si pedir nada a cambio, nos acordábamos de cómo a Jesús le gustaba hablar en parábolas y le servían la imágenes sencillas de la vida y de la naturaleza para hablar del Reino de Dios a toda la gente. Por eso buscamos una parábola, una comparación para poder hablar de la vida de Feli; se trataba de hablar en parábola de la vida religiosa y estando como estábamos en tierra extremeña se nos ocurrió compararla con la Encina.

Decíamos que la vida religiosa es comparable a la encina, porque nace como ella, aparentemente nadie la siembra, surge inesperadamente y brota en medio de la tierra y de muchas plantas distintas, así es como Dios va llamando a la personas con las que quiere contar de un modo especial y a quien les pide entregar todo. Ese Dios que a tantas personas y vidas mueve cada día en el mundo.

La encina es acogedora permanentemente, con sus grandes ramas abiertas en invierno nos resguarda de la lluvia y en verano nos da su sombra amable frente al calor agotador de nuestra tierra. Ante el frío se hace leña para el fuego y nos calienta y da fuerza al horno para que podamos hacer y comer el pan de cada día. Así es también la vida religiosa, desean vivir una virginidad fecunda capaz de acoger frente a los inviernos de la vida y las sudorosas tribulaciones a todos los que se acercan y necesitan, y cuidar de que nos les falte el fuego y el pan de la vida. 

La encina no busca de ningún modo su propio provecho a todos quiere y a todos se entrega: en su sombra puede crecer toda clase hierbas y vida, alimento de las ovejas y los cerdos, descanso para el peregrino, y cuando ya no queda nada de ella nos sirve de calor y de asiento doblegada ante lo último después de darlo todo. Así es la vida religiosa en su opción por la pobreza; no ha de tener otro horizonte la pobreza sino enriquecer a los otros, porque la ilusión no puede ser otra que cumplir la voluntad divina que nos invita e impulsa a la dar la vida para el mundo, y así mostrar su amor que nunca acaba.

La Encina se enraíza y siempre permanece, obediente por encima de todas las dificultades, vence el temporal, la sequía y se mantiene verde y espléndida para seguir dando. Así ha sido también la fidelidad y la textura de esta monja sencilla y abuela, como muchas otras, que enraizadas en su vocación y congregación sabem vivir todos los momentos y pasan por el trigo y la cizaña con la opción por la obediencia que genera libertad y disposición para que todos puedan seguir caminando y los caídos se levanten, aun en medio de sus debilidades y defectos de los que es conocedora.

La imagen de la encina que nos hacia muy cercanas las palabras fundamentales de amor, pobreza, virginidad, obediencia, entrega, comunidad, fraternidad, belleza, fe, fidelidad, fortaleza, acogida… tanto y tanto que agradecer .. Que Dios bendiga a todas estas mujeres¡

5 Responses to “” Las monjas y las encinas””

  1. Mi experiencia e el tercer mundo es limitada, pero un jesuita que estuvo mucho por allí decía que no conocía un solo lugar donde no hubiese llegado una monja, por duro que fuese: tal vez, al ser mujeres, todo el mundo las aceptaba con más facilidad. Y al mismo tiempo, cuánto admiro a las monjas de clausura: mantienen el pacto con Dios y me demuestran que se puede vivir orando por un mundo que no puede en modo alguno comprenderlas, y en el que hambreamos cosas que ellas ni imaginan. Me pregunto si no han elegido la mejor parte.

  2. Muchas gracias por vuestra parabola, es el pan que alimenta el alma, vosotros sois el fruto que la encina deja caer al mundo para que los demás nos alimentemos interiormente. Sois muy necesarios para nosotros. Os queremos desde lo más profundo de nuestro ser. Un beso

  3. Al final cuando desaparece todos la recuerdan por su majestosidad y por el espacio tan grande que ha llenado en la vida cotidiana de todos los que la recuerdan cuando pasan por allí.

  4. Nadie la siembra?
    Dios hace de labrador en ese momento. Dios siembra la encina y hace que su fe brote, la elige y la llama porque la considera especial. La invita a vivir la esencia del Amor Divino, ese Amor que da tanto y pide tan poco.
    Encina = esa monja no surje de forma casual, nace del amor de Dios.
    Pero también son encinas las que crecen torcidas a pesar de que Dios también las eligió y las ama de la misma manera que a la encina-monja.
    La diferencia es que a nosotros nos cuesta amar a las encinas que se tuercen. El verdadero seguidor de Jesús es el que es capaz de amar a todas las encinas, aunque muchas de ellas no sean espléndidas, ni acogedoras, ni obedientes, ni fieles …

  5. Yo conozco personalmente a las monjas de la casa espiritual de Gévora por los retiros espirituales que organiza Pepe allí.Ellas son muy simpáticas y cuando estoy en ese sitio me siento lleno de paz y tranquilidad.Los retiros me ayudan a escapar un poco de la rutina y a meditar sobre mi vida y mi fe.Me siento tambien muy feliz ahí.Para mí esa casa de espiritualidad es como un oasis de paz,oración y meditación espiritual en medio de un desierto mundano de laicismo y relativismo.