Anécdotas de un cura para el cielo

Don Luis ya es Aleluya, Aleluya¡

Ha fallecido Don Luis Pérez Rangel-Casquete, hoy serán miles los que tengan un recuerdo especial en su interior para esta sacerdote benemérito que se nos ha ido al cielo con ochenta y siete años, tras larga vida ministerial en la diócesis de Mérida-Badajoz. Ha ejercido su ministerio en Malcocinado –donde fue por unos meses y estuvo cien-, Villagarcía de la Torre –donde lo consideran suyo-,  Villanueva del Fresno y, desde ahí,  a Olivenza donde terminó su quehacer oficial con la jubilación y la enferemedad, porque después  él ha seguido siempre moviéndose y haciendo especialmente en el apostolado de los enfermos y sus familias en los hospitales de Badajoz. Hasta que el cuerpo le dejó, después lo hacía con sus cartas y el teléfono. Yo, junto a otros – Antonio Pina, Juan Delgado… y después Feliciano, Jorge- hemos vivido el compartir del quehacer pastoral en Olivenza. Soy testigo de su fidelidad al ministerio, en su forma y particularidad, y destacaría muchas cosas de su persona y su entrega. Pero quiero detenerme sólo en algunas anécdotas para orar desde ellas en esta mañana.

Compañero, hermano y padre: Hace unos días fui a visitarle, consciente de que ya estaba en su final con cuidados paliativos, allí con sus hermanas recordábamos momentos agradables vividos juntos. Hablaba y le contaba, desde el relato de los años que ya tenía, que mi madre –a quién él ha quiero entrañablemente siempre-  ahí andaba con su lucha, sin hablar pero viva y atenta a todo. Le refería cómo hace no mucho, me hablaba  de que ella no se ponía en fila para que Dios le diera el billete de ida, que cuando él quisiera y se acordara. Él se reía con ganas, aproveché ese momento para decirle algo que deseaba que oyera de modo explícito de mí: “Luis cuando te den el billete para irte, puedes ir bien tranquilo porque has sido un buen sacerdote, te lo aseguro. Para mí has sido ejemplo, hermano y padre, sobre todo en mis primeros años de ministerio”. Me miró con cariño y me besó con ganas cuando me fui.

Alegre, fiel y abierto: Recuerdo que  estando con él, compartiendo la preocupación de la evangelización, se hablaba de los neocatecumenales y , con él a la cabeza, nos lanzamos a la iniciación del camino en las parroquias pensando en los alejados. Después de un tiempo ya compuesta la comunidad, preparábamos intensamente las celebraciones  con Leon Dufour  y su vocabulario bíblico. Pero una anécdota ha hecho que nos riamos muchas veces juntos: al terminar la eucaristía el  sábado en la noche, todavía en la octava de pascua, le encomendaron que el proclamara y cantara el doble aleluya, para lo cual era nefasto –que no todas las capacidades tenía-, pero se arriesgó y cómo no sería el desastre que acabamos en la alfombra sin podernos levantar al hacer la genuflexión de despedida  ante el sagrario por la hilaridad que nos provocó a todos. Fue un aleluya alfombrado, como seguro habrá sido hoy al entrar en la gloria celestial con todos los ángeles en este tiempo de pascua.

“Esto no lo arregla ni don Luis”, un hombre entregado a los demás: es un dicho en Malcocinado. Cuentan la anécdota de unos arrendatarios que tenían unos campos en dicha población,  y los dueños de ellas quisieron echarlos de sus tierras. Don Luis se movió por Sevilla, con especialistas juristas, y las tierras volvieron en justicia a los que las llevaban y las necesitaban para vivir. Junto a la preocupación constante  por la gente y sus necesidades, su persona estaba disponible a la entrega y a la preocupación por todos empezando por los pequeños y los pobres, así como con los enfermos.

Su preocupación, el evangelio: Experiencias tuvo hasta de ir a Perú durante seis meses a misionar. Pero una anécdota de su preocupación fue cuando en televisión española decidieron retransmitir unas de las eucaristía dominicales desde la Iglesia de la Magdalena –rincón elegido el año pasado por guía Michelín como histórico y artístico mejor de España- , durante la preparación de aquello Luis perdió cuatro o cinco kilos, para él era algo a cuidar al máximo, desde pintar toda Iglesia, con un préstamo que nos pudo llevar a la cárcel –es broma- , hasta la homilía que tenía que hacer delante del público televisivo. Recuerdo cómo me comentaba que se despertaba por las noches inquieto porque el realizador del programa le había comentado que serían cuatro  millones de personas los que estarían escuchándole en ese momento. Le preocupaba como dirigirse al corazón y lanzar verdadero evangelio en esos minutos contados.

entierro de LuisSu pasión, la humanidad sufriente: Sé que ha sido generoso, que no ha estado apegado a la riqueza, en aquella época se compartía todo, absolutamente todo entre los compañeros. Es más, se gloriaba de cómo en la caja de compensación sacerdotal diocesana éramos de los que más aportábamos para los compañeros. Pero donde yo he visto más su generosidad ha sido en el cuidado con los pobres y los enfermos. La pastoral de enfermos es algo que no ha dejado de hacer nunca, ni en los momentos de su propia enfermedad, todos los hemos conocido, especialmente los laicos, los cristianos de todas las parroquias por las que él pasado, su paseo diario  por los hospitales y sus  habitaciones, con sus papelitos llenos de nombres que se renovaba cada día. Podías verlos y preguntarle por cualquier enfermo que inmediatamente sacaba su agenda de información y te da lugar y estado del enfermo que buscabas. Estoy seguro que la voz de Dios al recibirlo se ha hecho mucho más solemne al proclamar: “Porque estuve enfermo y me visitaste siempre, todos los días”.

Un cura enamorado: Sí, ha sido un sacerdote enamorado de su ministerio y su entrega. No pasará a los anales de la historia por saber mucho, tener mucho, escribir mucho, por currículum estadístico, pero sí lo hará  en el corazón del Padre, por haber sido sacerdote de corazón inquieto, entregado, fraterno, alegre… fiel al maestro. Él ha conocido internamente a Jesucristo, lo ha amado y lo ha seguido. Don Luis, pasa al banquete de la Gloria que allí ya tenías muchos seres queridos y amigos esperándote. Ya volveremos a encontrarnos, y entonces te aseguro que volveré a decirte: “Luis, estás viejo… para que tú mes respondas celestialmente…estoy le…”

4 Responses to “Anécdotas de un cura para el cielo”

  1. Que bendición han tenido ustedes de tener a Don Luis con ustedes. Quizás sea más preciso decir que es una bendición para toda la iglesia universal contar con estos testimonios cotidianos, sencillos pero importantes para quienes están en momentos de necesidad.

    Es tan bueno recordar que podamos ser agradables a Dios viviendo cada día de manera buena y generosa, aunque nadie haya gritado “santo súbito” al momento de su fallecimiento.

  2. Yo también lo recuerdo con muchísimo cariño. Recuerdo sus misas en la aldea de Santo Domingo de Olivenza y me hace recordar a mi madre y mi familia. Muchas gracias, don Luis. Descanse en paz.

  3. Muchas gracias a D. Luis por tantas Misas en la aldea de Santo Domingo y por su maravillosa labor. Descanse en la Paz del Señor.

  4. Nos deja un gran recuerdo.Le caracterizaba su espiritu de servicio entregado siempre a los hermanos y su alegria y buen humor