Los besos divinos de mi madre (I)

abuela risaEn la reflexión en torno a mi madre y su vida para la misa de acción de gracias celebrada en mi parroquia utilicé la metáfora del beso. Mi madre era muy besucona, le gustaba besar mucho, fuerte y sonoro. Eso nos enervaba a nosotros, a mis sobrinos… pero recuerdo que en su enfermedad un día me decía: “Pepe, con el coraje que os daba de los besos que yo daba y ahora que no tengo fuerzas, te das cuenta qué tú y tus hermanos estáis todo le día besándome cómo lo hacía yo con vosotros”. Es verdad yo ya me había fijado, como los tres hermanos hacíamos los mismo sin ponernos de acuerdo, nos salía del alma besarla como ella besaba. Por eso pensé en para hablar de ella en lo besos de Dios. Es un oficio bonito de amor y ternura de la divinidad que no hemos subrayado lo suficiente. En mi madre Dios nos ha besado sin pudor, con fuerza, muchas veces y de un modo muy sonoro. Por eso me atrevo a describir algo de esos besos que ya son eternos. Dios, no hay duda, nos ha amado en la ternura y en los besos de mi madre.

EL BESO DE LA HISTORIA: La sencillez de Dios.

Villagarcía de la Torre, en 1926 nacía Dolores, hija de Victoria y Maximino. La llamaban la “Lole” de los niños, porque iba con sus hermanos más pequeños, cogidos de la mano, a la escuela-convento de las monjas, donde llegó a balbucear palabras y reconocer números, pero donde enraizó en una fe que nunca dejó de crecer en su corazón de hija de Dios y de la Virgen de los Dolores.

A los nueve años por consejo médico para la abuela, que había perdido una hija y se moría de tristeza, se trasladan a Granja de Torrehermosa, siendo allí donde posteriormente celebra matrimonio con mi padre Gabriel, del que nacemos los tres hermanos Gabriel, Maxi y yo. A lo largo de toda su vida sintió la presencia de Dios y confió en él sobremanera y así nos lo transmitió a nosotros. No supo de grandes doctrinas, ni siquiera lecturas, pero aceptó la vida como don del Padre y la entendió como entrega. Esta clave le hizo ser buena hija, hermana, esposa, madre, familiar, vecina, peregrina… de la vida y de la gente. Ya en su enfermedad –ahora en estos días también- me he detenido con sus libretas antiguas y permanentes de números telefónicos, cada número es un relato de relación viva y profunda: familia, paisanos, amigos, grupos de la parroquia, personas de Badajo, cristianos de los grupos, de los pueblos por los que hemos pasado, los vecinos…interminable, pero grandioso.

Las bases de su vivencia de la fe fueron también muy sencillas: desde la religiosidad y piedad popular, pasando por una vida sacramental cuidada y bien celebrada, hasta su participación en todo: Cofradías, grupo de Sínodo, Cáritas, Legión de María, asociación de viudas, sala de mayores, hasta ser socia de la Cruz roja porque para ella eso también era ser cristiana. Nos enseñó a rezar, a amar a Dios y a la virgen, y a saber que en la vida lo bueno es lo que permanece para siempre. Su rostro de Dios nunca fue de miedo, legislador ni lejano, al contrario, padre cariñoso, ayuda, acompañante, consuelo, alegría, fiesta, esperanza… y así nos lo transmitió. Incluso en el dolor y el luto, Dios era consuelo y esperanza.

familiaEn la familia ha sido, calladamente, lugar de referencia y comunión. El sentido familiar nunca ha desparecido en su interior, ni ante la mayor ofensa u olvido de los demás, siempre ha permanecido vivo y así nos lo ha hecho sentir. Nunca vimos rencor ni venganza en ella, porque no merecía la pena. Cuidó a los abuelos y mantuvo la antorcha del cariño con sus hermanos y sobrinos. Con nosotros vivió en el extremo del amor y de la entrega, con mi padre la fidelidad máxima, con los nietos se desbordó en la ternura, la compasión, el mimo, el cuidado, la atención, la acogida, el acompañamiento…y con la bisnieta le brillaron siempre los ojos de alegría y así la abrazaba con la mirada cuando ya no tenía otras herramientas para hacerlo. Yo entendía con una simple mirada suya el imperativo de que yo en los momentos de encuentro con ellos, hiciera lo mismo que ella haría, dijera lo que ella diría y les regalara lo que ella le regalaría. Y siempre agradecida y serena. Me decía cuando hablábamos de situaciones de dificultad de nuestra historia familiar: “Pepe, la vida es un vidón, en una vida hay muchas vidas, no podemos perder nunca la calma y la esperanza”. Y lo que nunca entendió es como la gente podía ir a los programas televisivos a hablar de sus manchas y conflictos en público: “prontito iba yo a hablar en público de nuestros fallos y de los de mi familia”.

BailePara los que fue conociendo poco a poco siempre intentó dar el calor del hogar familiar y hacerse cercana y motivadora de la vida y la alegría en los demás. Cualquier encuentro y conocimiento personal nuevo le suscitaba motivos para la alegría. Nunca olvidaré cómo, cuando ya no se podía mover ni salir, nos reíamos a carcajadas porque en los spots de la feria de Badajoz en televisión sacaba imágenes de otros años y ahí aparecía en ella con sus amigas en la feria del centro tomándose sus tapitas y comiendo juntas. Ella supo rezar y bailar, reír y llorar, amar y perdonar, ganar y perder, hablar y callar, dar y recibir, sufrir y gozar, siempre con Dios al fondo.

En su historia se nos ha manifestado la sencillez de Dios, ahora nosotros sus hijos no sabemos vivir sin la confianza que da la relación con Dios, necesitamos orar, celebrar la eucaristía, y en Dios encontramos fundamento, consuelo y ánimo para seguir adelante, como lo hizo ella.

One Response to “Los besos divinos de mi madre (I)”

  1. Estimado Pepe..Soy Jose Luis Benito, Sacerdote de la Diocesis de Leganés..Capellán del Hospital Severo Ochoa de Leganés..Según dicen..por el número de Extremeños estamos en la tercera provincia de Extremadura..Sólo quiero darte las gracias por tus artículos..He de confesarte que muchos de ellos los publico en una revistilla que hago y distribuyo en el Hospital..y más de una persona cuando han leido y visto tu nombre me han dicho que te conocen..Me identifico mucho contigo, con lo que escribes y tambien sobre todo por esa entrega hacia tu madre..Yo la he tenido conmigo cuidándola cerca de 20 años..y bueno hace un poco más tres años el Padre la quiso ya con El..Lo dicho: Gracias por tu Testimonio.Gracias por encarnar el Evangelio en lo cotidiano de la vida..Espero que no te moleste que siga poniendo tus reflexiones en mi revistilla…Un abrazo de compañero, amigo y hermano…Jose Luis