María, una cananea de hoy

Hoy la cananea, con el mal de su hija ante Jesús, se convierte en una clave única para romper estrecheces y abrir el horizonte del propio Cristo en la comprensión de la ley, las clasificaciones y la salvación. La fe de esta mujer sencilla, que llega tocada por el sentimiento entrañable de su hija enferma y sufriente, le rompe sus esquemas; y él, tocado por el Espíritu, se abre a la universalidad que el Padre le está mostrando a través de ella. Queda claro que el corazón de cada persona y su deseo más profundo ha de ser el horizonte de la relación y de la comunión de los hombres entre sí, y de estos con Dios. El Papa Francisco lo repite a cada instante y nos dice que la Iglesia no tiene otra misión que ser sacramento de este modo de relación de Dios con los hombres. Pero todo esto, que es reflexión, en este domingo se me hace carne viva desde una celebración de matrimonio y bautismo que ayer tuve la ocasión de testimoniar y ejercer en la parroquia.

 

Se casaban Berto y María –un gallego y una extremeña-, dos jóvenes luchadores, a la vez que unos padres enamorados de la vida de su hija Nuria, a la que bautizamos. Si lo miramos desde las puras normas, no eran muy  “católicos”… llevaban vida en común desde hace años, habían decidido tener familia en ese contexto, sin estar regulados canónicamente. En su fe, cada uno andaba por su camino: Berto, con muchas preguntas, dudas y muy pocas repuestas, bastante alejado de la Iglesia y sus caminos; María se había bautizado de mayor a petición propia, pero se sentía muy crítica con la institución eclesiástica y con los modos de organizarse de ésta. Le chirrió que no le renovaran su contrato de trabajo en una institución de corte eclesial porque estaba embarazada de gemelas y esto hacía que su proceso fuera de riesgo. Se interrogaba mucho si su fe era propia o, más bien, familiar, ambiental, cultural, tradicional; no salía del interrogante de si creía por ella misma o porque había caído en este lugar y cultura. A la hora de recibir familia, se encuentra que vienen dos gemelas. Al poco tiempo, las cosas se complican, tienen que ir a Barcelona a unos especialistas de primer orden, intervienen y no saben qué pasará. En el camino pierden una de las hijas esperadas –ya tenían nombre para las dos- y se le rompe el corazón, la otra queda en la incertidumbre de cómo irá la gestación y cómo nacerá. Al final aparece Nuria, pero todavía quedan dudas de su estado y muchos miedos sobre su salud y bienestar. Todo ello lo viven con dolor y madurez, y en medio de este proceso.

 

María, junto a Berto, vive la experiencia de la cananea. Desde todo la vivencia que se sacramentaliza en Nuria -y que ayer bautizamos-, así como de su pareja que ayer fue compromiso bendecido por Dios, ella ha vivido una experiencia de purificación de su fe, que le ha llevado desde el raciocinio y la crítica a las entrañas del sentimiento de madre y esposa, al sufrimiento de la debilidad y el milagro; y, desde ahí, a la verdad viva del Dios entrañable que se hace necesario en el amor y en la seducción del misterio de la vida y las personas. Por eso, hoy no puedo resistirme a compartir con vosotros –contando con su permiso- esta experiencia de María y Berto, que vuelve a confirmarme que lo que dice el Evangelio no es verdad porque él lo diga, sino que lo dice porque es verdad en la vida… y sigue pasando.

 

A mí, este hecho me abre la mente y el corazón en el ejercicio de mi ministerio, de mi ser creyente y mi humanidad, como la cananea lo hizo con Jesús. Así nos lo confiesa y narra María (yo, hoy, la adjetivaría como la “cananea” del Evangelio):

 

Creo que la primera relación que se mantiene con la Iglesia y con Dios es mediada, mediada por las familias, por el entorno, por la sociedad… es una relación un poco impersonal, pero necesaria. Hasta hace no mucho tiempo creía en Dios, convencida y libremente, pero seguía sintiendo esta relación un poco “condicionada” por la sociedad y creía que tenía que ser así siempre. Sin embargo, a raíz de nuestras últimas vivencias y del nacimiento de nuestra hija, una niña totalmente deseada que llegó después de muchas incertidumbres, un día me di cuenta que tenía fe porque la necesitaba, porque necesitaba a Dios en mi vida y lo sentía en muchos momentos. No me he cuestionado si esta necesidad es también una necesidad de tranquilidad y esperanza, pero desde este tiempo, he dejado de pensar que mi relación es mediada y la siento mucho más íntima y menos cuestionable.

 

Decido celebrar cristianamente mi matrimonio y bautizar a mi hija porque quiero compartir ante Dios y ante todos nuestros familiares y amigos, la ilusión de nuestra unión. Es una manera de agradecerle que esté presente en nuestras vidas y de manifestar que deseo que siga estando, en nuestra pareja y en nuestros hijos.

 

Aunque en un primer momento quería que mi hija  tuviese la oportunidad de decidir, como yo en su día hice, si quería recibir el bautismo, el “milagro” de su nacimiento, de su sonrisa y de su salud y fortaleza me llevó a sentir que quería que recibiese el bautismo, aunque trataré de educarla en una relación totalmente libre con Dios, y la acompañaré en su búsqueda para que sea ella quien pueda vivirlo íntima y libremente.

 

El  día siguiente de la celebración mi vida será la misma que el día previo, pero este día habré tenido la oportunidad de afianzar nuestra unión ante Dios, de pedirle que nos acompañe siempre y nos ayude a amarnos, a comprendernos y a educar a nuestros hijos en la fe y el amor a Dios y a sus hermanos. Será un gran día porque habremos podido celebrar con nuestras familias y amigos que, a pesar de las dificultades pasadas, de las lágrimas, de los malos momentos, nos encontramos felices, unidos y tranquilos, fuertes para seguir luchando.

 

Es un momento de agradecimiento a todos por habernos acompañado estos años, por ser partícipes de nuestra ilusión, es el momento de que todos podamos disfrutar de ello”.

 

Hoy, no tengo duda que estos fueron los sentimientos de la cananea del Evangelio tras encontrarse con Jesús en su proceso de ser madre y esposa: aquel momento cambió su vida para siempre. Y no dejo de preguntarme por los sentimientos y el pensamiento de Jesús a partir de ese encuentro con esta cananea, que sacó de Él no solo un milagro, sino la misericordia del Padre que mira el deseo profundo del corazón de cada ser humano, y quiere que se cumpla.

 

 

José Moreno Losada. Sacerdote de Badajoz

 

2 Responses to “María, una cananea de hoy”

  1. Que post tan entrañable. Une el pasaje evangelico de Jesús y la mujer cananea con la experiencia vital de María y Berto. Cuánto me alegro por ellos. Las palabras de María en su boda constituyen un testimonio de fe en Dios aun en medio de la adversidad a la hora de tener hijos, un testimonio que ahora se concreta en su unión ante Dios y en el bautizo de su hija con el cual la pequeña se hace a partir de entonces hija de Dios y miembro de Cristo y de la Iglesia Católica.

    Que Dios guie a Berto y María para que puedan ser una familia feliz y cristiana que se quieren, se aman, se respetan y les ayude a educar a su hija en la fe cristiana y en valores morales como la igualdad, la justicia, la paz, el amor a los pobres y la lucha por formar un mundo mejor.

  2. Querido Pepe: en mi despiste no me había dado cuenta de que tú eres el José Moreno Losada, sacerdote de Badajoz, con que apareces a veces debajo de tus entradas. Hoy he leído tu artículo “Celso Morga, ¿es el que ha de venir?” Me ha parecido estupendo, y he escrito una especie de largo comentario en mi blog del Areópago. Te lo digo para que te des cuenta, y me perdones si he ido un poco lejos, pero no he pretendido interpretar tu pensamiento, sino que con motivo de la libertad y sinceridad de tus comentarios he cogido rampa para volar un poco. Gracias, y perdona mi atrevimiento.

    Jesús Mari Urío