Bienvenido, Don Celso

Bienvenido, Don Celso

Ahora, en estos días –el próximo sábado, 15 de Noviembre-, nos toca recibir en la diócesis al arzobispo Celso Morga, que viene a nosotros enviado como pastor que durante un tiempo realizará labores compartidas con el actual arzobispo Santiago García y después, Dios mediante, tras la jubilación de éste será el arzobispo propio y titular de nuestra diócesis de Mérida-Badajoz. El acto de recepción será solemne como requiere la ocasión y seguro que cuidando la sencillez a la que está llamada la Iglesia por el Evangelio. Le acompañarán muchos pastores de la Iglesia española y compañeros suyos de Roma con los que ha compartido bastantes años de labor apostólica desde la congregación para el clero. Habrá autoridades eclesiásticas y civiles. Pero el acto lo será de la comunidad diocesana, de la iglesia que camina en Mérida-Badajoz, de una iglesia pobre que camina en tierra pobre, que se enraíza con firmeza en su fe y hace de ella categoría de riqueza en lo que supone el sentido de la vida y de la esperanza. Una tierra con una gente que sabe acoger desde el corazón y se ofrece para el encuentro en el deseo de lo mejor.

Don Celso va a encontrar un pueblo sencillo y llano que sabe abrirse al que llega para ofrecerle su casa y su vida como lugar propio si quiere quedarse. Seguro que si usted viene a ellos con la llaneza de su propia tierra, la Rioja –lo cual no dudamos tanto por el testimonio de los que le conocen, como por las palabras que ya hemos conocido de usted mismo-, el maridaje será perfecto y no deseará divorciarse de esta diócesis con la que se le ha unido en compromiso de alianza y de servicio. Ellos esperan que sea así y tienen deseo de encontrarse con este nuevo pastor.

El laicado está a punto para la siembra en la novedad de nuevos surcos abiertos, nos llegan los aires de esa Iglesia que se quiere “en salida” y no hacemos nada más que preguntarnos por dónde y cómo salir, será una aventura en la que podrá tomar parte y lanzarlos a la alegría del Evangelio que necesita transportar justicia y esperanza al pueblo del que formamos parte y en el que se va a bautizar su ministerio pastoral directo. Son muchos y variados los procesos, movimientos, grupos que se iluminan bajo la luz del evangelio y que intentan ser actuales y auténticos. Seguro que todos ellos desearán conectar y contarle, como conversación de peregrinos, todos los asuntos que les traen preocupados de la vida y su camino.

El presbiterio está expectante y con deseos de una relación amicable, fraternal y cercana. Las exigencias no van a venir por grandes dotes pastorales y experiencias vividas, sino por la proximidad de poder trabajar juntos, aportando entre todos el mejor servicio a este pueblo que queremos de corazón y con el caminamos cada día en los distintos terrenos y sectores que les son propios: rural, urbano, laboral, cultural, escolar, educativo, sanitario, penitenciario, político, económico… Es más, nos habita el deseo de motivación para seguir adelante y vivir con entusiasmo las tareas que nos son más propias: el anuncio del evangelio, el acompañamiento ministerial a las comunidades cristianas, las celebraciones de la fe y el servicio a la unidad y a la caridad entre todos. Sentiremos, porque lo necesitamos, que nos impulse y nos anime en esta labor que traemos entre manos durante tantos años.

Los religiosos siempre han estado y están a punto para la colaboración estrecha y directa con los pastores en nuestra diócesis, por eso seguro que se va a encontrar a gusto con ellos y no le va a faltar en ningún momento ni el calor materno de su virginidad, ni la riqueza de su pobreza, ni la libertad de su obediencia auténtica. Ellos con sus carismas van a ser portadores de la misión con una riqueza sin límites para todos. No dudo que van a ser verdadero descanso para su cansancio en las horas de labor y apoyo en todas las iniciativas misioneras y evangelizadoras, así como de oración y contemplación.

En el fondo lo que le podemos y queremos ofrecer en este día de acogida oficial – con nuestra presencia en la celebración eucarística- es un corazón de pueblo que desea estar bien dispuesto para abrir tierra, casa, pueblo y comunidad y hacerle sentir padre, pastor, hermano y compañero de camino. No queremos que le falte ni el pan ni la sal, es más nos gustaría ser levadura en sus manos para levantar la masa y alimentar , en la fe y en el vivir, a todos los que nos rodean y que aguardan una palabra de aliento y de ánimo, una buena noticia de salvación y de liberación. Aguardamos la iluminación de su palabra y el aliento de su afecto evangelizador para compartir el camino de la esperanza que se alumbra en la fe sencilla del pueblo que se alegra de sus pastores y con ellos. Bienvenido a nuestra tierra que queremos que sea la suya, y a nuestro pueblo del que queremos que se sienta hijo querido y padre solícito. Nos gustaría que en nosotros y en nuestra relación con usted encontrara – a pesar de nuestras debilidades- la alegría del Evangelio.
José Moreno Losada. Sacerdote.