Cada día tiene su afán… y su adviento

Apuntes de un día de Adviento

Viernes de la segunda semana del tiempo de Adviento. Suena el despertador y  siento el frío fuera de la calidez del nórdico que protege con generosidad en la noche  gélida, pero salto con la idea de que hoy va a ser un día lleno de experiencias que van al hilo de la esperanza de este tiempo de adviento, así como del quehacer ministerial de un sacerdote secular. Tras el aseo diario y el ofrecimiento de obras, que van al unísono,  me encamino hacia la facultad pasando  primeramente por el rectorado para entregar cumplimentado el pago de la matrícula para la defensa de la Tesis que ya está ahí esperando culminación, se trata de un recorrido de veinte años de presencia en la universidad y de los cuatro últimos centrado en avatares de la motivación y sentido del estudio en relación con el bien interno de las profesiones, todo lo que se refieren a la dimensión vocacional de la persona. Vislumbro adviento en el proceso de lo trabajado, en la verdad de lo vivido, y en las claves que  podrán iluminar el futuro, porque es posible desarrollar competencias éticas en el ser universitario docente y discente.

gaudeteEn la facultad toca mirar el correo, como ejercicio de lo diario,  leer y escribir algo. Pero sobre todo preparar el corazón, los sentimientos y las palabras con las que queremos iluminar la liturgia del funeral de Michelle, mamá de Veronique Lucas, compañera de facultad, que se ha marchado de este mundo a sus noventa y tres años. Veronique  la ha cuidado con mimo estos doce últimos años, ha estado centrada en su acompañamiento y dedicación. Hoy lloraba, pero se sentía consolada con la presencia de sus hermanos y sobrinos que habían llegado de Francia tras un largo viaje de mil seiscientos kilómetros. Allí estaban personas de nuestra facultad, sus vecinos y su familia de sangre, tres pilares de sus relaciones como ciudadana, como profesional y como hermana. La clave del adviento era clara, no estábamos enterrando la vida de esta mujer anciana, sería incinerado su cuerpo acabado, pero su persona ultimada la sembrábamos junto con el pan y el vino en el corazón del Padre, sabiendo que ya estaba despertando en la alegría de Cristo Resucitado, adentrándose en la vida eterna del amor de lo divino, donde esperamos reencontrarnos con ella. Hoy recuerdo junto a la madre de Veronique mi propia madre, cuántas conversaciones amicables hemos tenido en el pasillo de la facultad, donde  tenemos nuestros despachos, en torno a nuestras madres y el cuidado que gracias a Dios le estábamos dispensando. El adviento del reencuentro me llama  y me esperanza en el sentido de la vida que se alumbra en aquellos que  nos lo dieron todo y nos sacaron lo mejor de nosotros mismos en los últimos tiempos de su vida: la ternura. Pero antes de salir para el funeral recibo en mi despacho una visita inesperada, en este caso el contraste del funeral que me espera. Se trata de Miguel, con su madre Angelines, el hijo de Jesús. Nació hace ocho días, fue una alegría el día que lo vi por primera vez en el hospital, hoy ya estaba devolviendo la visita con los ojos bien abiertos como reclamando que nos preparemos para su proceso de vida y de fe que viene con ganas. El contraste de lo nuevo que nace, junto a la despedida de alguien que va, tras una feliz ancianidad, a descansar con los suyos, me abre a la esperanza de saber estrenar cada día en la esperanza de lo eterno que se hace con  los mimbres de lo sencillo y lo diario.
Nuevamente al despacho para seguir con la tarea, tras participar en una conferencia coloquio en la facultad de Económicas acerca de la renta básica junto a los que forman parte del campamento dignidad que luchan por trabajo, casa y dignidad. Me sorprende la pasión de Manuel Cañada, ideólogo y líder de esta lucha, me encanta ver a los universitarios allí, sobre todos a aquellos que han acudido por el tema y entre los que descubro a un militante de la JEC. Acudo a casa para el almuerzo donde el cuidado de Milagros, siempre fiel, sigue haciendo de mi casa un hogar entrañable, hoy olía a la ropa planchada y a casa limpia. El cuidado sigue sobre mí y siento satisfacción de ser querido en estos detalles con una naturalidad no improvisada por esta persona cercana. La taza de arroz se adentra en el caldo preparado y tras la cocción oportuna degusto un plato incomparable de un sabor único y casero, detalle de los cuidados ya expresados. Adviento del cuidado en el hogar del vivir, en la cercanía de lo más humano y de lo más diario, como Dios mismo y su amor en la fidelidad del detalle.

Tras el descanso en la mediana del día,  pies para la parroquia allí un grupo de chavales de catequesis preparan su actuación para la celebración festiva y navideña que tendremos el próximo  Miércoles en el salón de actos. La alegría del baile y del canto me despiertan para sentir la cercanía del tiempo de la encarnación en los rostros de estos niños y niñas, se abrazan y quieren jugar y bailar conmigo, adentrándome en su propio ensayo como uno más de ellos. Un adviento de gaudete que  no tiene pérdida ninguna, solo entradas de cantos y de fiesta por  lo que se espera y el Dios del aleluya ha prometido.

Ahora la dirección es  para pasar de los niños del inicio a los mayores de la residencia. Ese lugar que nos gustaría que fuera paraíso en el que habitan un poblado de personas de edad avanzada, con una media de más ochenta y cuatro años, con los que comparto la eucaristía cada Domingo en la mañana. Hoy no es la eucaristía ni la reunión del grupo de Vida ascendente lo que me convoca, voy para presentar a Pedro Monty y Alberto Arroyo, dos artistas de una grandeza inusitada, pianista y cantante, a ritmo de boleros entrañables van a deleitar y hacer que se sientan divinos a todos los mayores que asistan al concierto. Me siento feliz de esta donación de arte y encanto que ellos hacen para estos mayores, con un corazón encendido y apasionado, Yo sé que les mueve el amor de nuestro Dios que quiere que la alegría llegue a todos los corazones. Los mayores  han sentido parte del cielo en la tierra, han gustado estas primicias generosas y les han sabido a gloria, ¿puede haber mejor adviento?

Con premura salgo para una celebración sacramental de la confirmación de un grupo de jóvenes de nuestra parroquia que se realiza en otra del centro de la ciudad. No es fácil aparcar en los alrededores, al final hay hueco casi en la puerta, lo cual me da alegría. Qué poca cosa para ponernos contentos en medio de la ciudad. Allí vestidos de fiesta se van desgranando los pasos y rituales precisos para que la imposición de manos y el crisma los consagre como testigos amados del Padre en el Espíritu de Jesucristo. Es toda una fiesta que me llena de esperanza, ellos lo viven con alegría y buena disposición. Queda el trabajo de un proceso que los ayude a descubrir la libertad radical que les ofrece el Espíritu que  acaban de recibir. Estos jóvenes hoy los descubro y siento como adviento de la Iglesia,  y deseo para ellos que  den aire a Jesús, que desprendan el olor de Cristo como el perfume del óleo con el que han sido ungidos.

Y ahora al final de la tarde, ya entrada la noche, voy al encuentro del amor esponsal con Francisco y María. Ella ha llegado esta tarde de  Sevilla  y estamos citados en su casa para trabajar la ceremonia de su próximo enlace matrimonial. Allí se desvelan los que van desposarse y me abren el misterio de su vida y su relación para inspirarme en una celebración que ya ellos han diseñado con mimo y cuidado. 2013-09-21 10.04.58Ahí me veo como testigo de signo sacramental donde está claro que ellos son los ministros y que la realidad significada va a ser desarrollada a lo largo de una vida en común llena de enamoramiento y de fe. Es todo un lujo poder adentrarse en una celebración donde los ministros del matrimonio han asumido como propia la labor de cuidar y preparar su ceremonia, con sus propias claves, experiencias y sentido vivo de su fe, la lectura creyente de su encuentro y de su proceso en el que Dios se les ha revelado como el Dios del amor humanado, seductor y atrayente. Una cena con sentir de Emaús, con un corazón que arde y siente en el amor explícito e incondicional que se tienen.

Y llego a casa con el palpitar de este Dios que nos trae y nos lleva en este adviento, donde la pregunta por el hermano cada día tiene respuestas nuevas y novedosas. Cómo no seguir esperando esperanzados, si tú estás viniendo a nosotros cada día en cada persona y en cada acontecimiento. Me adentro orante en  horas de noche  avanzada y doy gracias, hoy tras esta jornada,  por tu venida que augura un encuentro definitivo y gozoso contigo y con toda la humanidad. ¡Ven, Señor, no tardes¡