Aleluyas de hoy…

EL VIENE A NUESTRO ENCUENTRO

 El encuentro con el resucitado es de pura gracia:

El viene a donde no queríamos ir, a nuestro dolor personal, a los rechazos comunitarios, a la impiedad ante lo divino.

El viene a nuestro interior y vive abrazándonos en un “amor propio” que se hace auténtico y rompe con todo egoísmo e individualismo, salvándonos de la indiferencia y llevándonos a lo más auténtico y original de nosotros mismos. Allí donde somos dueños de nuestro ser y por eso nos damos sin ningún límite ni miedo a los que, por la gracia, gratuitamente queremos querer.

El viene en las relaciones de apuesta mutua, de aceptación incluyente y universal. Vive en todos los espacios en los que la palabra justicia y dignidad se hacen bandera indiscutible, y se rompen lanzas a favor de los desarmados de la historia frente a los desalmados que no dejan de armarse de poder sin autoridad.

El viene y vive en la imagen de un Dios que sana, consuela, acompaña, alegra, serena y pacifica a la humanidad. Un Dios que se la lleva al desierto de lo íntimo, de un modo seductor, para enamorarse del silencio profundo y la entrega gratuita de los que se aman en una mística que no tiene vuelta atrás, porque contemplan la gloria del crucificado que ha resucitado y no pueden no enamorarse de El y no seguirlo por el camino de los mismos sentimientos.

AHORA ES EL TIEMPO DEL ALELUYA

Cristo y mártiresY porque El viene y vive en nosotros, porque no está en la muerte y vive para siempre, ahora es el tiempo de la alegría, del aleluya imparable de una cruz exaltada y gloriosa por el amor absoluto del Dios que solo es ternura y compasión. Ahora sólo puede haber, queremos que solo haya, ALELUYA y vamos a buscarlos y a gritarlos:

Aleluya de Cristo resucitado en cada nueva criatura que nace y viene al mundo. En cada una de ellas se renueva constantemente la confianza y la esperanza de Dios en la humanidad. Así en cada inocencia de niño el hombre se hace nuevo y el corazón se pone a punto en todos los que lo saben contemplar.

Aleluya en cada político que, frente a la corrupción, ama la realidad a la que sirve y gestiona la justicia de lo común y lo público desde la clave de la dignidad y la igualdad del cada ser humano.

Aleluya del resucitado en cada ser humano que rompe lanzas de generosidad y compromiso a favor de los pobres, hambrientos, sedientos, desnudos, sufrientes, excluidos, rotos, heridos, marginados, solos, enfermos, presos, desahuciados de la historia, haciéndose valedores de aquellos que no los tienen, sabiendo que en su necesidad tocan la gloria de Dios y resucitan con ellos.

Aleluya en cada madre y padre que cada mañana se levantan con la misión clara e inequívoca de hacer sentir a sus hijos que son amados y únicos para ellos, en una generosidad sin precedentes por pura gratuidad sagrada. Y en los hijos que saben hacer a los padres y madres ancianos la fuente de su ternura y su amor cuidadoso para el dependiente, como elección esperanzada y gloriosa en los últimos años de sus vidas, sabiendo que este es el mejor método que tenemos para que se perdonen nuestros pecados.

Aleluya en cada trabajador y empresario que, a una, levantan la ciudad en medio del desierto de esta crisis, y saben que ellos –cada uno para el otro- valen más que todo el oro del mundo. Todos lo que son creen, a pies juntos, que sólo la persona debe estar en el centro de la vida y de la sociedad, frente al puro mercado, que no debe ser otra cosa que servicio para lo humano.

Aleluya por cada ciudadano justo y comprometido, activo y participativo, que sabe de su ética en lo común, el que con su profesión y su quehacer personal y comunitario aporta lo bueno que el mundo necesita de su sudor y acción para que la vida de todos sea digna y tenga sentido.

Aleluya por las religiones y el sentido profundo, que aportan y avanzan en el deseo de una trascendencia amorosa en el corazón de los seres humanos. Las que aportan el sentido del perdón, la compasión y la libertad, en la esperanza de un mundo fraterno y resucitado. Testificando que el hombre nuevo y otro mundo fraterno es posible.

Aleluya por nuestra Iglesia que se purifica y se renueva en esta Pascua, y todos nosotros en su corazón viviente con el Resucitado, para ser fiel a los sentimientos de Cristo. Una Iglesia que sueña y desea ser encarnada, viva, apasionada, entregada y liberadora, prolongación del amor del Verbo encarnado que fue crucificado, muerte y sepultado, resucitando al tercer día según la Escrituras, y que ahora vive y está presente en el corazón de la humanidad, actuando por su Espíritu para llevarnos al corazón del Padre, donde nos adentraremos definitivamente en su amor absoluto y resucitada, en el gozo de la vida común y eterna.